Monasterio de Leyre

La leyenda ubica en Leyre el caso del abad San Virila, que salió a pasear y se embelesó tanto con el entorno y el cantar de los pajarillos que se le pasó el tiempo y cuando quiso volver al monasterio habían transcurrido 300 años. No sé si tanto, pero para recorrer el cenobio y su entorno se necesita un rato largo.

Leyendas aparte, es cierto que en Leyre el tiempo se escurre entre la belleza telúrica del entorno y el misterio de un románico más relacionado con las formas del Poitou, al otro lado de los Pirineos, que con las construcciones próximas. Porque este monasterio es anterior a la catedral de Jaca, distante 70 kilómetros, y a otros hitos del Camino de Santiago, como San Martín de Frómista o San Isidoro de León. A este primer románico, austero y sin adornos, con aspecto de fortaleza en sus torreones y en las ventanas saeteras, corresponden la cripta, el presbiterio, el monasterio antiguo, actualmente hospedería, y el claustro desaparecido. Los capiteles de la cripta son el ejemplo de la austeridad románica inicial.

Que el lugar tiene un atractivo más allá de lo evidente lo demuestra que en este mismo emplazamiento existió una iglesia prerrománica, probablemente del siglo VIII, levantada a su vez sobre un anterior centro anacoreto de arquitectura visigótica. La iglesia actual fue mandada construir por Sancho III el Mayor y consagrada en 1057 por su hijo Sancho IV el de Peñalén.

Hoy, Leyre está formado por tres espacios de distintas épocas que forman un conjunto armónico. Al norte, permanece el monasterio viejo del siglo XI, que incluía el palacio real donde los reyes navarros se alojaban con frecuencia. Al sur, el monasterio nuevo, de los siglos XVI-XVII, y en el centro, la iglesia abacial, construida entre los siglos XI y XVI.

Llegamos a Leyre en septiembre de 2021, en una de las pausas de la pandemia de covid, cuando apenas hay peregrinos ni turistas, lo que nos permite movernos por el conjunto sin demasiados agobios. Sea por la pandemia o por otra causa, a los visitantes se nos entrega con la entrada una llave (previa fianza de 5 euros) que abre las puertas de la cripta y de la iglesia superior. Se permiten las fotografías.

Los tres ábsides de la cabecera de la iglesia dan impresión de fortaleza inexpugnable, sin más decoración que los cuatro ventanales bajos de la cripta y los tres del presbiterio, además de la fila de canecillos de la cornisa.La torre cuadrangular de la iglesia abacial se levanta sobre el segundo tramo de la iglesia. Es de la misma altura que la espadaña cisterciense, levantada cinco siglos más tarde.

Desde este plaza de los ábsides, por una pequeña puerta, que abrimos con nuestra llave, se accede a la cripta. Esta es de planta cuadrada con cabecera triabsidal y cuatro naves cubiertas con bóvedas de cañón. Un túnel, conocido como de San Virila, recorre el subsuelo la nave de la iglesia.

La puerta Speciosa es otro de los tesoros de Leyre. Datada en el primer tercio del siglo XII, parece que en ella trabajaron dos artistas distintos. Los entendidos atribuyen al maestro Esteban, que intervino también en la catedral de Santiago, el parteluz y los capiteles de las seis columnas. El tímpano, en el que aparece Jesús Salvador entre la Virgen, San Pedro, San Juan, Santiago y un escriba, parece más antiguo y contrasta con el resto de la portada. Sean quienes sean sus autores, en la puerta Speciosa se resume la escultura y la imaginería románicas.

En el friso, se distinguen un San Miguel, un Pantocrator entre San Pedro, San Pablo y otro apóstol, las santas Nunilo y Alodia, escenas del santoral local, una gran cabeza con rayos que representa la puerta del infierno, la danza de la muerte y Jonás y la ballena. En el centro, sobre el arco, dos ángeles tocan las trompetas del juicio final, con un esqueleto entre ambos.

En la enjuta izquierda, se ve a San Virila con el báculo abacial; en la derecha un santo, la Anunciación y la Visitación.

En las cuatro arquivoltas se extiende el mundo entero del medievo: escenas de la vida cotidiana, de juglaría, oficios junto a simios lascivos o animales andrófobos, monstruos y bestiarios de contenido religioso y simbólico. Entre los capiteles, leones, garzas, dragones peleando, aves que se muerden las garras, o una mujer que se mesa los cabellos.

El conjunto de la Porta Speciosa es un lugar en el que quedarse acampado. Me pregunto qué significarán esas niñas sonrientes que parecen mesarse los cabellos.

Después de este espectáculo, confieso que impresiona no poco disponer de tu propia llave para entrar a la iglesia. La cabecera se atribuye al mismo arquitecto autodidacta de la cripta, atrevido y capaz a la hora de hallar soluciones constructivas originales.

Los 28 capiteles de esta zona repiten igualmente los motivos de la cripta, ornamentación vegetal y geométrica.

El presbiterio se prolonga en una sola nave de 47,3 metros de largo por 14 de ancho. La bóveda es ya tardogótica del siglo XVI. El panteón de los Reyes de Navarra se encuentra en un arcosolio cerrado con una reja del siglo XV.

Comemos en el restaurante del monasterio, desde donde observamos el espacio que ocupó el antiguo claustro, desaparecido en el siglo siguiente a la desamortización. Queda una puerta románica de cuatro arcos que comunicaba el claustro con la cabecera de la iglesia, atravesada de cables. Está visto que ni los monumentos Vip se libran de la plaga del cableado

Después de comer, los jubilados, viajeros recalcitrantes, pasamos la tarde recorriendo de nuevo la cripta y la iglesia, ahora solos. Tenemos la sensación de trasladarnos a otro tiempo.

Podíamos llevarnos la llave y volver cuando nos parezca, le sugiero al Colega. Finalmente, la devolvemos. Cuando le confieso la tentación a la persona que nos atiende, me responde que muchas personas se la llevan. Cualquier día volvemos y nos la quedamos.

Fotos: ©Valvar

2 respuestas a «Monasterio de Leyre»

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