Frías es una ciudad medieval que se yergue en lo alto del cerro de la Muela donde cimienta su castillo, desde el que se divisa un magnífico puente medieval y una amplia extensión de la comarca burgalesa de las Merindades. Su barrio de Tobera obsequia al visitante con un arrullo de agua en un paisaje salvaje.


Tanto de cerca como de lejos, Frías👇es de una belleza monumental impresionante. No en balde esta ciudad, tenida como la más pequeña de España, pertenece a la asociación de los Pueblos más Bonitos. Con Poza de la Sal y Oña forma la mancomunidad Raíces de Castilla.
Frías -derivación del nombre originario Aguas Fridas– ocupa un lugar estratégico y de comunicaciones, junto a ella, salvando un vado del río Ebro, discurre la calzada romana que une la meseta con las tierras cántabras, vascas y castellanas. De aquí parte también otra calzada que comunica con La Rioja. El lugar aparece en la primera fase de repoblación de las tierras del Alto Ebro, en el siglo IX. En tiempos de Sancho III el Mayor perteneció al reino de Navarra; tras la derrota de Atapuerca pasa al dominio de Castilla.
En 1201, Alfonso VIII compra el lugar con su castillo a los Armengol y al año siguiente la dota de fuero -y de la condición de villa- y la convierte en centro viario y defensivo. Se sabe que por entonces estaba ya amurallada. Fernando III confirmará el fuero en 1212 y Alfonso XI lo completará en 1322.
En 1435, el rey Juan II le concede el título de ciudad. Empero, ese mismo rey la entregará a Pedro Fernández de Velasco, conde Haro, a cambio de Peñafiel, perdiendo su condición de realenga, y parte de sus privilegios, y pasando a señorío. Los nuevos señores, dejan de respetar el fuero e incrementan los impuestos, lo que provoca la rebelión de los fredenses, pronto dominada por los Velasco. En recuerdo de esta sublevación, se celebra cada año la Fiesta del Capitán👇 el domingo más próximo al 24 de junio, festividad de San Juan.
Los Reyes Católicos crearon el ducado de Frías. En ese tiempo, con la expulsión de los judíos, desaparece la judería. En el censo de Floridablanca (1787) aparece dentro del partido de Castilla la Vieja en Burgos, entre los pueblos solos, con señorío secular ejercido por el duque de Frías, con alcalde mayor de señorío y otro ordinario. Con la caída del Antiguo Régimen Frías forma ayuntamiento constitucional, actualmente integrado en el partido de Villarcayo.

El castillo roquero👇, cuya silueta se recorta desafiante y firme, es heredero de la fortificación existente en los siglos IX y X, el resultado de un proceso constructivo que se desarrolla entre los siglos XII al XVI, iniciado por Alfonso VIII, a cuya iniciativa corresponde la vertiente sur del patio de armas, con sus ventanales románicos, y continuado por los duques de Frías, que lo ampliaron y lo convirtieron en su palacio.

Hay tantas razones para visitar Frías como visitantes la frecuentan cada año. Nosotros la descubrimos hace muchos, muchos años y caímos rendidos a sus encantos. Desde entonces hemos vueltos muchas veces, la última de ellas un día primaveral de 2024, con la intención de lograr un primer plano de los capiteles románicos, que se nos habían negado en otras ocasiones.

Dejamos el coche en el aparcamiento, pues está prohibido el acceso rodado por el casco urbano, y emprendemos con buen ánimo la cuesta arriba por el camino de ronda, que sigue igual de arriba pero cada vez nos parece más cuesta.

Nos dirigimos a la Oficina de Turismo para comprar los tiques de acceso al castillo, donde un letrero nos advierte que se encuentra cerrado por encontrarse la persona encargada realizando una visita guiada. Juramos en arameo, solo con el pensamiento, para no desanimar al grupito de personas que espera en la explanada.
El Colega -que en alguna otra de sus vidas anteriores quizá ha sido ardilla- salta un murete y se pasea por el borde de los peñascos dispuesto a hacer fotos como si tuviera que topografiar el castillo. A mí se me pasa el malhumor cuando veo abierta la puerta de la fortaleza. Un nuevo cartel advierte de que no se sobrepase el portón sin disponer de las entradas. Con algo de remordimiento paso de largo, mientras noto a mi espalda la mirada de reproche del grupo que espera.


En el pecado llevo la penitencia. El sol, brillante como recién pulido, se toma la revancha y abraza los capiteles con un fuego antifotos, sin que haya forma de encontrar un ángulo adecuado para obtener una imagen digna de tal nombre. Según parece, en estas tres ventanas geminadas del muro sur, lo único románico que queda de la fortaleza, a comienzos del siglo XIII trabajó el mismo taller que dejó prueba de su maestría en las iglesias de Soto de Bureba y Hermosilla, en la comarca de la Bureba. Los capiteles representan escenas de lucha, un caballero cristiano derrotando a un musulmán, otro caballero persigue a una centaura que amamanta a un niño.





Dejo a la centaura y a sus acompañantes en su eterna pelea, a la espera de mejor oportunidad. Me paseo por el recinto recordando nuestra primera visita, cuando escalamos hasta la torre del homenaje.



Al cabo de un rato llega el Colega, viene informando a una señora sobre la importancia histórica de Frías. Tras él llega la persona que atiende la Oficina de Turismo y el grupo que esperaba. Cuando Se dirige a la oficina la seguimos para sacar los tiques. Hemos entrado al castillo por nuestra cuenta, estábamos pensando hacer un bizum, me justifico. Ella se disculpa por la ausencia. A veces no damos abasto, dice. (Ay, cuánto tienen que aprender algunos parlamentarios de maneras y cortesía de la gente común que se gana el sustento con menos facilidad que ellos)

Con la conciencia tranquila y un plano de Frías nos encaminamos a la iglesia de San Vicente👇, que ocupa el espolón opuesto del cerro de la Muela. Un caso de mala suerte, el suyo. En origen formaba parte del amurallamiento de Frías. Ejemplar de románico tardío, su torre se desmoronó en 1904 y la reconstrucción se hizo buscando una imagen moderna. Para financiar la modernidad se vendió la puerta románica, hoy en el Museo de los Claustros de Nueva York.

Lo poco románico que se salvó se puede ver en el interior de la iglesia, un totum revolotum algo desconcertante. En la parte superior del retablo mayor se distingue una imagen de la Virgen, de un románico tardío, conocida como la Virgen de la Puente o de la Candaja. Procede de una pequeña iglesia, ya desaparecida, que se encontraba junto al puente. El reloj de esa iglesia es el que pende ahora en un cubo del castillo.


La capilla de la Visitación, corresponde al siglo XVI, fue fundada por el matrimonio converso formado por Juan Sánchez de Ochandiano, recaudador del conde de Haro, y Juana Sánchez de Medina, cuyos sepulcros se encuentran en ella. Destaca su excelente rejería de forja y el retablo debido al pintor Juan de Borgoña. En el exterior hay un arco plateresco del siglo XVI, obra de los mismos arquitectos de la capilla de la Visitación.

Descendemos del cerro desandando el camino de subida y admirando el curioso urbanismo fredense. Sus casas están hechas de toba y madera, adheridas a la roca, de manera que forman casas colgadas, envolviendo la piedra de la Muela.
En la parte alta vivían los señores y los cristianos viejos, en la parte inferior, los judíos y conversos. La iglesia de San Vitores era la parroquia de este arrabal. En el siglo XVI el desprendimiento de una roca derribó las bóvedas. Otra roca desprendida, ya en el siglo XIX, causó una treintena de muertos.

Cerca del Ayuntamiento se conservan los muros de la que fue casa de Hernando de la Torre, enrolado en la expedición a la Especiería mandada por García Jofré de Loaysa, en la que perecieron el propio Loaysa y Juan Sebastían Elcano.

A la salida de Frías nos topamos con la que queda del convento de San Francisco👇, existente ya en 1228, con una comunidad de veinte monjes, que gozaban de ingresos saneados. Los siglos operaron en su contra pues en el XIX, cuando Mendizábal ordenó la desamortización de los bienes eclesiales, se había reducido a la mitad. El convento fue abandonado, vendido y convertido en viviendas y almacenes.
En las primeras décadas del siglo XX un incendió destruyó lo construido, dejando en pie los muros verticales y lo que fue iglesia, convertida hoy en almacenes. La sillería de este convento se trasladó a la iglesia de San Vicente.

Otra de las riquezas monumentales de Frías se encuentra a un tiro de piedra de la ciudad: el puente medieval👇 sobre el río Ebro. Era una importante vía de comunicación, por él transitaban las mercancías y los mercaderes a Bilbao. Fue varias veces reconstruido en el Edad Media.

Inicialmente románico, su perfil se adapta al curso del río. Consta de nueve arcos, los centrales más apuntados. La torre es de planta pentagonal, rematada en almenas. Para atravesarlo era preciso pagar el pontazgo.



Su longitud de 143 metros, su anchura, de 3,45 metros, la altura de 113 metros desde el agua al pretil más alto y otros tantos hasta la torre hacen de él uno de los mejores ejemplos de puentes fortificados de España.

La perspectiva de Frías es monumental de cerca, de lejos y desde cualquier punto en que la mires. En su castillo medimos nosotros el paso del tiempo. Suba usted sin miedo, señora condesa, bromeaba el Colega, ante mi proverbial torpeza trepadora, cuando subimos a la torre del homenaje. Luego, hemos ido desescalando.


Hace años hicimos unas bonitas fotos desde el nivel inferior a la torre. Ahora, ni me acerco a la escalera.

Ya que estás en Frías no puedes perderte el espectáculo gratuito que ofrecen las cascadas de Tobera👇, un barrio suyo desde 1489. Responsable de los saltos de agua es el río Molinar, poco más que un arroyo, que atraviesa los montes Obarenes, formando una estrecha garganta, desfiladero por donde discurría una calzada que unía la Bureba con Orduña.


Los visitantes que llegan a este punto encuentran, todo junto, un puente medieval, una ermita y un oratorio, arrullados por el agua que baja de los montes.

La ermita de Nuestra Señora de Hoz parece colgada en el enorme farallón que la cobija. El edificio servía de alojamiento a los peregrinos que se dirigían a Santiago. La portada y los muros conservan algunos relieves que parecen algo deteriorados.





A un lado del camino que conduce a la ermita hay un pequeño oratorio dedicado al Santo Cristo de los Remedios, imagen que se encuentra en el interior. A los pies del Cristo una muda de una gran culebra evoca la leyenda de aquel correo de la reina castellana -se supone que la Católica, pero bien pudiera ser la reina Juana I- a quien al cruzar el puente de la tobera le salió un gran reptil. El caballo se desbocó del susto, con el jinete a cuestas. Temiendo por su vida, el correo se encomendó al Cristo de los Remedios, saliendo ileso del trance, motivo por el cual mandó construir el oratorio.

Visitas hubo en las que estuvimos solos, si se exceptúa la compañía de un grupo de cabras autogestionarias. Hoy, el lugar es bastante visitado hasta el punto de que se ha habilitado un aparcamiento junto a la carretera. En nuestra última visita, había cola para fotografiarse haciendo posturitas sobre el puente.


El barrio de Tobera ha dispuesto un itinerario desde este punto a su casco urbano para poder contemplar sus cascadas. Sea por esta vía o por la carretera, su cuidado caserío y sus saltos de agua merecen una visita. En un mundo tan acelerado y a veces áspero, hay que agradecer a los lugares que, como Frías y Tobera, solo ofrecen belleza y calma.



Fotos: ©Valvar


