Oña

Oña es una población de la comarca de la Bureba (Burgos) vinculada a los orígenes de Castilla. Su monasterio de San Salvador llegó a ser el más poderoso del reino, en pugna con el obispado burgalés, y sigue siendo su principal valor patrimonial y artístico, aunque no el único.

Que Oña👇 estaba llamada a ser un lugar destacado en el arte y en la historia ya debieron intuirlo los habitantes de Barcina de los Montes, en sus inmediaciones, donde en 1915 se descubrieron pinturas prehistóricas y grabados de animales, en un interesante complejo de cavernas. En 1916, los jesuitas encontraron en la Cueva del Caballón un bastón de mando con el grabado de una cabeza de rumiante, hoy desaparecido, datado en el Magdaleniense medio y superior. Y en la iglesia de San Salvador de Oña se conservan tres aras del siglo III de la tribu de los Autrígones, encontradas en la misma Barcina de los Montes. Estas aras hablan de un dios Vurovio, deónimo del deriva el vocablo Bureba, que de nombre a la comarca.

Con todo, Oña aparece en la historia en el año 950, cuando Fernán González, primer conde independiente de Castilla, le concede los primeros privilegios. En 1011, su nieto, el conde Sancho García funda el monasterio de San Salvador. Su importancia espiritual y, sobre todo, económica marcaría la historia durante siglos. Llegó a atesorar más de 300 iglesias y de 200 villas, desde el Cantábrico al Arlanzón, desde el Pisuerga hasta Aragón. Su prestigio propició su elección como Cámara y Corte de los condes y reyes de Castilla, algunos de los cuales eligieron reposar aquí hasta la eternidad. https://oña.es/historia

En un primer momento, el cenobio fue dúplice, esto es, habitado por monjas y monjes, de acuerdo con la tradición visigoda. Fue su primera abadesa doña Tigridia, hija del fundador, quien permanecerá al mando hasta la reforma del año 1033, cuando Sancho el Mayor de Pamplona introduce la regla benedictina, siguiendo las directrices del papado.

Bajo el patronazgo del poder, el monasterio recibirá donaciones de obispos, nobles y pequeños propietarios. Los reyes, además de donaciones, cederán derechos y beneficios de tipo administrativo, judicial, militar o tributario, el abad ostentará el título de señor de Oña y al monasterio, un señorío de hecho, será una de las instituciones más influyentes y poderosas de Castilla.

El patrimonio así obtenido igualaría y aún superaría al del obispado de Burgos, lo que dará lugar a frecuentes disputas entre el abad y el obispo a propósito de los diezmos que cobraba el monasterio y al que el obispado creía tener derecho, llegando al punto de tener que intervenir los papas. En 1218, el monasterio hubo de ceder algunos de sus beneficios -bula papal mediante- con lo que el obispo de Burgos pudo iniciar la construcción de la catedral en 1221.

Tal desarrollo económico propició la existencia de una judería en la villa, pues los judíos eran los encargados de la recaudación de las rentas y de comercializar algunos bienes del monasterio, como las salinas, además de la gestión de préstamos, inversiones, arriendos de viviendas o comercio. Se cree que la sinagoga ocupó una casa de la calle Barriuso, próxima al ayuntamiento.

El paso del tiempo no hizo sino aumentar la influencia del monasterio. En 1544 Oña tenía una renta próxima a los 100.000 maravedís. Medio siglo después la renta total ascendía a 1.822.283 maravedís. Se cuenta que Carlos I llegó a pensar en él como lugar de retiro, aunque acabo eligiendo Yuste. De Felipe II se cuenta que, admirado de la belleza del entorno y de los bienes artísticos del cenobio, preguntó por dónde se entró en el valle tan cercado magnificencia tanta.

Pero aquí, como en tantos otros lugares, el siglo XIX supuso un cambio radical. Las tropas de Napoleón saquearon y expoliares parte del patrimonio artístico reunido durante ocho siglos. Las desamortización que siguieron supusieron la salida de los benedictinos y el cambio de dueños y de uso del monasterio. La iglesia monacal pasó a manos del arzobispado de Burgos, lo que permitió la conservación de parte del patrimonio artístico y cultural. El monasterio, en cambio, salió a subasta, pasó a propiedad privada y fue expoliado.

En 1880 los jesuitas ocuparon la antigua abadía, convirtiéndola en Colegio Máximo👇, con las Facultades de Filosofía y Teología, y un centro de educación para estudiantes de bachiller. Obligados a abandonarlo entre los años 1932 a 1939, volvieron tras la guerra civil y aquí permanecieron hasta que en 1968 la Diputación Provincial de Burgos compró las instalaciones para convertirlas en centro hospitalario y asistencial. Los jesuitas trasladaron su universidad a Deusto, donde permanece. La biblioteca del Colegio Máximo, más de 60.000 volúmenes, incluidos 23 incunables, 2.000 libros del siglo XV y alrededor de 20.000 de los siglos XVII y XVIII se incorporaron a la biblioteca de la Universidad Pontificia de Comillas en Madrid. El continente, es decir, la biblioteca que había sido construida para el Colegio Máximo de Oña, se desmontó pieza a pieza y se trasladó al Monasterio de San Agustín de Burgos.

A la caída del Antiguo Régimen y la consiguiente pérdida de los privilegios señoriales, la Muy Leal y Valerosa Villa de Oña pasó a ser un municipio constitucional con medio millar de habitantes. Hoy, sobrepasa ligeramente el millar.

Llegamos a Oña cuando aún queda tiempo para que abra la iglesia así que aprovechamos para dar una vuelta por la población👇. En la plaza del ayuntamiento se encuentra la iglesia de San Juan Bautista, obra realizada entre los siglos XII al XVI, en una mezcla de estilos. Junto a ella se levanta la torre de San Juan👇, propiedad municipal, recientemente restaurada, que acoge un museo de la Resina, industria hoy desaparecida pero que tuvo gran importancia en Oña.

Hemos elegido para visitar Oña un martes de marzo y la villa parece un poco aletargada. Impresión que no se corresponde con la actividad que desarrolla su vecindario. Buena parte de ellos participa en la representación histórica El Cronicón de Oña👇, que cada año se ofrece en el mes de agosto.

De su época señorial conserva algunos escudos en las fachadas de viviendas que fueron de personajes principales. Pero entonces como ahora, el nombre de Oña sigue indisolublemente ligada a San Salvador. El conjunto monumental formado por la iglesia -propiedad del arzobispado de Burgos- y el antiguo monasterio -propiedad de la Diputación- fue y sigue siendo su mayor patrimonio. De momento, solo se visita la primera; la segunda está pendiente de atribución de contenido.

Hacemos tiempo para visitar la iglesia tomando un café en el bar El Rincón del Convento, desde el que se contempla la enorme fachada del monasterio, con su cubo o torre de Adán, que fue cárcel de los monjes hasta el año 1610. En la misma plazuela se levanta una escultura del conde fundador.

La fachada es del siglo XVII👇; en sus hornacinas, las estatuas de los condes y reyes que descansan en los panteones de la iglesia. A un costado de la escalinata que conduce al templo, una estatua de fray Pedro Ponce de León, monje benedictino que fue pionero en la enseñanza a los sordos en su propio lenguaje. Fue erigida en 1984, al cumplirse el cuarto centenario de su muerte.

A la iglesia abacial de San Salvador👇se accede mediante tique. Un sistema de lectura de código QR a través del móvil del visitante permite seguir el itinerario de la visita: la iglesia, la sacristía, la sala capitular con restos románicos, y el claustro gótico.

Como cabe esperar de una abadía que acumuló tal riqueza, nos encontramos en un despendole de esculturas, pinturas, rejas, retablos, sepulcros, sillerías, y objetos propios del lugar en una mezcla de estilos que van del románico al barroco, del egipcio al romano, pasando por el mudéjar, árabe, gótico o renacimiento.

Ya de entrada, el pórtico románico del siglo XI tiene una bóveda decorada con frescos hispano-flamencos realizados en el siglo XV por fray Alonso de Zamorza, conocido como el maestro de Oña, y con una puerta gótico-mudéjar, obra de fray Pedro de Valladolid. Eso, antes de entrar en la iglesia, cuya explicación más detallada encontrarás aquí 👇.

De ella diré solo que que mide 83 metros de largo, 20 de ancho y 18 de alto y que ya en el primer tramo tiene cuatro retablos dedicados a San Froilán, Santa Gertrudis, Santa Trigidia y San Benito; que su bóveda gótica, proyectada por Juan de Colonia y realizada en 1450 por Francisco Díez de Presencia, mide 400 metros cuadrados; y que sus panteones son una obra gótico-mudéjar única en el arte funerario medieval europeo, elaborados en nogal y boj por los monjes de la abadía.

Yacen en ellos el fundador del monasterio, Sancho García, muerto en 1017 y su esposa, Urraca; su hijo García Sánchez, asesinado en León en 1028; el rey de Castilla Sancho II el Fuerte, asesinado por Vellido Dolfos en Zamora en 1072, de quien se dice que fue el Cid quien lo trajo a enterrar en Oña; el rey de Navarra Sancho el Mayor, muerto en 1035, y su mujer, la reina doña Mayor, fallecida en 1066. Aquí están enterrados también los infantes Alfonso y Enrique, hijos de Sancho el Bravo; García, hijo de Alfonso VII llamado el Emperador.

Pasamos por la sala capitular al claustro, obra de Simón de Colonia, que aquí trabajó entre 1503 y 1508, dejando una obra magnífica que han admirado durante generaciones y generaciones quienes han tenido ocasión de visitarla. Se destaca en él una reja románica, en el sepulcro del obispo González Manso, que es, sin duda, valiosa. Pero, entre tanta belleza, me llaman la atención varios epitafios en otros tantos sepulcros.

¿Cuánto han costado los tiques?, pregunta el Colega a la salida. Cuatro euros, el doble que en Frías, se nota que allí cobra el ayuntamiento y aquí la iglesia, respondo. Que no diré que con ello quieran resarcirse de los diezmos que dejaron de cobrar del monasterio, pero al menos podían dejarnos hacer fotos a todo el recinto eclesiástico y no solo al claustro.

Fotos: ©Valvar

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