Palencia es una de las provincias que cuenta con un mayor números de iglesias románicas, algunas de primer orden, la mayoría de ellas cerradas al público. En verano y semana santa la Junta de Castilla y León dispone un horario de apertura, pero son los vecinos quienes en verdad cuidan de esos tesoros.
Como nos hemos encontrado tantas veces cerradas iglesias cuyo interior nos interesaba, en cuanto la Junta publica su lista de monumentos nos hacemos con una copia y nos disponemos a romaniquear. La visita, casi siempre es una aventura.

Tenía yo empeño en conocer la pila bautismal de Calahorra de Boedo, una pieza de primer orden, que en la campaña 2024 ha sido incluida entre los monumentos abiertos. Un viernes de julio preparamos viaje a la comarca de la Valdavia con el propósito de visitar Arenillas de San Pelayo, Revilla de Collazos, Zorita del Páramo y Calahorra de Boedo. Dudamos si podremos visitar Collazos de Boedo, que está incluida en el itinerario, no así en la relación de iglesias. El horario en todas ellas es de 11 a 13,30 y de 17 a 19. Arenillas y Calahorra solo abren de viernes a domingo, las otras dos de martes a domingo.

A las 11 en punto estamos en la puerta de Arenillas de San Pelayo. Coincidimos con un señor que también se dirige a la iglesia, donde le espera una señora, dispuesta ya para trabajar. Son vecinos, no sé si coyunturales o permanentes, que están restaurando la urna de un Cristo yacente. Llamamos por teléfono al número que indica un cartel en la puerta y enseguida se presenta una joven muy amable que nos informa de las características del templo y nos permite brujulear a nuestro aire.

La iglesia de San Pelayo, que da apellido a la población, es lo que queda de un antiguo monasterio premostratense del siglo XII. De la construcción original es la cabecera, el antecuerpo de la portada y los muros perimetrales de la sala capitular.


La fábrica sufrió un incendio en 1554 que obligó a reconstruir la iglesia, a esa reconstrucción corresponden las naves. La impresión general es que se ha ido parcheando a lo largo de los siglos, lo que resulta más evidente aún en el exterior.



A pesar de todo conserva una portada muy interesante. Sus siete arquivoltas apean sobre columnas rematadas por capiteles. Los dieciocho personajes de la segunda arquivolta representan distintas fases de la acuñación de moneda. Tres dovelas escenifican el combate o juicio de Dios y otras, un acróbata, un músico tocando la viola de arco, un escriba y varios personajes leyendo. Los capiteles externos del lado izquierdo son vegetales, los dos interiores son figurados y representan una pareja asistiendo al castigo de un personaje devorado por una máscara y estos personajes introduciendo sus manos en la máscara, escena que alude a los castigos del infierno.


En el interior destacan los dos capiteles del arco triunfal del ábside, especialmente el del lado del evangelio, que representa una pareja de leones en actitud amenazadora.



A ambos lados del altar mayor se encuentran dos sepulcros con sendas esculturas yacentes identificadas con los señores territoriales, él de la familia Castro y ella de los Muñoz de Saldaña. Junto al caballero Castro alguien ha dejado un cabo de vela y dos mecheros. Será por si el caballero se levanta por la noche, le comento al Colega, más atento a las labores de restauración de la voluntaria del pueblo que a mis comentarios.


La sala capitular se utiliza como espacio de exposición. De sus tres capiteles el primero ofrece decoración de cestería con pequeños rostros en los ángulos y y el segundo de hojas de acanto rematados en piñas.

En la capilla del evangelio hay una pila bautismal también románica, de forma troncocónica invertida, decorada con dos orlas. Nos despedimos de la joven que atiende la iglesia, que se queja de la poca publicidad que se hace a los monumentos de los pequeños pueblos. Estamos a trasmano de todo, se lamenta.

Siguiendo el folleto editado por la Junta de Castilla y León nos dirigimos a Revilla de Collazos. Antes de llegar, tomamos el desvío a Collazos de Boedo, lugar que se incluye en el esquema aunque no en la relación de iglesias. El pueblo parece desierto, una señora que surge junto a la iglesia nos indica que cree que está cerrada, como así es. Adosada al ábside, una furgoneta permanece chupando cámara. ¿No tendrá mejor sitio para aparcar en todo el pueblo?



Seguimos, pues, a Revilla. La puerta está cerrada pero un cartel indica el teléfono al que hay que llamar para que abran. Lo hacemos y al minuto aparece la persona encargada de la llave que se justifica por la ausencia. Como vienen pocas personas espero en casa a que me llamen. La señora enciende las luces y espera que hagamos las fotos que queramos.

La parte románica de esta iglesia, dedicada a San Andrés, es obra de finales del siglo XII, de la que queda la cabecera y el presbiterio. El cuerpo del templo corresponde a los siglos XVI y XVIII.


Al exterior, conserva una sola ventana absidal de medio punto flanqueada por una pareja de columnas rematadas en sendos capiteles, el de la izquierda decorado con una pareja de centauros barbados y cubiertos con extraños tocados, afrontados en posición heráldica. La ventana repite el esquema de las de Vallespinoso de Aguilar y Perazancas y los centauros se asemejan a los de la portada de la galería de Rebolledo de la Torre (Burgos).

En el interior llaman la atención los capiteles historiados que rematan las dobles columnas del arco de triunfo, lamentablemente revocados con una pintura que imita el veteado del mármol. El capitel del lado de la epístola trae un tema del románico tardío conocido como la Pax Dei o la Tregua Domini: dos caballeros armados con casco cónico, cota de malla, escudo normando, espada al cinto y lanza en ristre se disponen a enfrentarse en duelo mientras que un personaje mediador, aquí y en la mayoría de ejemplos, representado por una mujer, detiene las monturas sujetándola por las riendas. La escena se repite en Boada de Villadiego y Fuente Urbel en la provincia de Burgos, Retortillo (Cantabria) y en la misma provincia palentina en Cezura, Gama, Resoba o Villavega de Aguilar.

El capital del lado del evangelio ofrece una escena más infrecuente en el románico: la ascensión de Alejandro o el Señor de los animales. El monarca de Macedonia asciende a los cielos llevado en volandas por dos grifos que intentan atrapar la carne ensartada en dos varas que sostiene Alejandro. La escena representa tanto la figura del héroe, trasunto de la de Cristo, como el pecado de soberbia aunque, por el contexto, aquí más parece la alusión positiva. A pesar del revoque, ambos capiteles tienen afinidad con la obra de Rebolledo de la Torre y con el apostolado de Moarves.


La pieza más conocida de esta iglesia es la columna de 120 cm. que se utiliza de atril en la que una figura, identificada como el rey David, vestida con túnica bajo sayón tañe una viola con arco. Remata la columna dos series de tallos perlados y rematados con cuatro bolas. Se supone que procede de la ventana central del ábside desaparecida. El estilo de esta columna sugiere una relación del escultor con el maestro de la galería de Rebolledo de la Torre.

Aunque el retablo de la iglesia es barroco, el altar se sustenta en capiteles vegetales, con el borde decorado con ovas o semibezantes, claramente relacionados con San Andrés del Arroyo.
La iglesia de San Andrés nos ha dejado un poco apabullados, pero cuando retomamos el camino la voz del GPS nos advierte que estamos circulando por una calle que lleva el nombre de uno de los generales que en 1936 se sublevaron contra el gobierno de la República y vamos a entrar en la calle de José Antonio. Salgamos rápido, que estamos rodeados, dice el Colega.

Tomamos, pues, la ruta que nos lleva a Zorita del Páramo, en terrenos que en el medievo fueron de la poderosa familia de los Lara, para conocer la iglesia de San Lorenzo, monumento Histórico-Artístico desde 1966, tenida como fundamental para comprender el románico del norte de la provincia de Palencia por sus conexiones con San Andrés del Arroyo y Santa Eufemia de Cozuelos.

La iglesia se levantó a finales del siglo XII hasta entrado el XIII. Lo primero que sorprende de ella son sus grandes dimensiones. La torre occidental y el coronamiento meridional del gran arco abierto al pórtico son obra del siglo XVII.




Se accede por la portada sur, plateresca, que vino a sustituir a la primitiva tardorrománica que remataba en un friso con los apóstoles del tipo de Moarves de Ojeda o Carrión de los Condes. Los apóstoles se han recolocado en hornacinas renacentistas y en el tímpano la escena de Cristo. Toda la portada fue repintada en 1833. Los excrementos de las palomas están «repintándola» permanentemente.

El templo es de planta de cruz latina con cimborrio sobre el crucero y presbiterio rectangular.



En una segunda portada a poniente se observan claras influencias de San Andrés del Arroyo.



El ábside exterior muestra una serie de canecillos con los motivos propios del románico en siglo XII.
Ya en el interior de la iglesia nos atiende un señor a la altura de nuestra edad, que nos pregunta por nuestra procedencia y nos ofrece las entradas al precio de un euro. La iglesia está en una oscuridad total, cuando da la luz tarda un buen rato en hacer el interior escasamente visible.


Por fin podemos distinguir que, como en la portada, en el interior se ha pasado una o varias manos de pintura que desvirtúan la riqueza de la iglesia. Mal que bien, y gracias a la cámara del Colega, contemplamos los capiteles del arco toral, con Daniel en el pozo de los leones y un combate entre un guerrero armado con escudo, casco, cota de mallas y lanza, y un grifo.




En las trompas del cimborrio se distinguen bajorrelieves policromados con los símbolos del Tetramorfos.


El ábside está decorado con pinturas murales del siglo XV representando al Pantocrátor rodeado del Tetramorfos.

Adosada en la parte superior del brazo norte del crucero hay una escultura con la Virgen sedente y el Niño con un libro sobre la rodilla, pieza labrada en piedra policromada a comienzos del siglo XIII, atribuida al mismo taller que trabajó en San Andrés del Arroyo.

En una capilla del muro norte se encuentra la pila bautismal, tardorrománica también, decorada con entrelazos y vástagos serpenteantes.

Bajo el coro se distingue -malamente por falta de luz- un artesonado, probablemente también del siglo XV.
En ninguno de los lugares que hemos visitado hay información visible que explique lo que el visitante va a encontrar, el significado de estos monumentos, su relación con otros del entorno. Nada. Ni un folleto. Ni la Junta de Castilla y León ni la iglesia, de quien depende esta parte del patrimonio de la Comunidad, tienen el mínimo interés en que se conozca, se visite o se aprecie lo que, se pongan como se pongan, es propiedad de todos.
Con esta sensación nos dirigimos a Calahorra de Boedo para conocer, por fin, su famosísima pila bautismal. En ella se han plasmado escenas de la Resurrección de Cristo, el descenso a los infiernos (katabasis) y de la liberación de los justos (anabasis): la visita de las Tres Marías al sepulcro vacío, los soldados dormidos, Cristo portando el nimbo crucífero arremetiendo contra las puertas del infierno, Adán el primero de los justos, seguido de Eva, de nuevo desnuda.

Llegamos cuando el sol calienta a placer y en el pueblo no se ve un alma. La iglesia, dedicada a la Purificación de Nuestra Señora, más conocida como de las Candelas, está cerrada a cal y canto. No hay cartel que diga dónde podemos acudir. Decidimos preguntar alrededor y encontramos que las tres casas más próximas muestran carteles de “Se vende” y las otras dos están cerradas y con las persianas bajas. El Colega se decide a llamar en una de ellas de la que al rato sale un señor, a simple vista de nuestra quinta. Él nos indica una casa en la misma calle donde cree que tendrán la llave.
Cuando nos dirigimos a la casa en cuestión aparece un coche -de alta gama- del que sale una señora que pregunta qué queremos, porque el Colega está llamando en su casa. La llave de la iglesia, respondo. No la tengo pero creo que sé quién la tiene, nos dice, si me permiten un momento que ayudo a sacar la compra de esta señora, voy a por ella.
Efectivamente, del coche sale otra señora más mayor -a estas alturas nos movemos en edades superlativas- cargando como puede con alguna bolsa. La señora del coche -que se llama Maribel- ayuda a trasladar la compra al interior de la casa y se va en busca de la llave. Enseguida vuelve con la mala noticia de que no la ha encontrado.
En el interín ha llegado un coche que aparca junto a la iglesia, del que sale un señor que mira y comprueba que la puerta está cerrada. No encontramos la llave, le informamos.
Se diría que estamos solos en el pueblo así que Maribel ha aparcado el coche a nuestro lado, en mitad de la plazuela. Al momento aparece una camioneta llevando una farola -en el pueblo están colocando nuevo alumbrado- al que el coche le impide el paso. Es que no puedo torcer por la farola, se justifica el conductor con una sonrisa. Dan ganas de traer aquí a los parlamentarios para que aprendan modales. Maribel mueve el coche y al tiempo que le damos las gracias por sus amables gestiones, aprovechamos para pegar la hebra.
Nos cuenta que en la iglesia están haciendo obras, que cada tarde los obreros entregan la llave hasta el día siguiente y que ignora la razón por la que ese día -justo ese día- no están los obreros ni la señora de la llave. En esas estamos cuando aparece una señora mayor con una llave enorme que solo puede ser de la iglesia o de una bodega. Es de la iglesia. Albricias.
Maribel se presta a acompañarnos para mostrarnos la pila bautismal. La iglesia está a oscuras y nadie sabe donde está el interruptor de corriente así que hay que moverse con cuidado para no tropezar. La pila, que es el tesoro de la iglesia, del pueblo y probablemente de la comarca, está en un espacio independiente, a la entrada y, dice Maribel, que bien iluminada cuando hay luz. Se accede a ella por una puerta corredera, que tampoco se abre. Sorteando los materiales de la obra llegamos al baptisterio. El Colega enciende la linterna de su móvil para distinguir algo mientras yo hago fotos con el mío. Así es como obtenemos las imágenes que mostramos.






Intuimos que la pila debe ser la maravilla que sospechábamos, pero no podemos dar fe de ello. De lo que sí podemos dar fe es de que lo mejor de esta Comunidad es su sociedad civil, de la que Maribel es un ejemplo. Ella sola es un compendio de los servicios sociales que quien está obligado no presta. Porque resulta que mientras la Junta de Castilla y León incluye entre los monumentos abiertos una iglesia de la que no se ha enterado que está en obras -y parece que para rato- una vecina del pueblo es la que se encarga de llevar al personal a hacer la compra, de buscar la llave de la iglesia y de enseñar esta. Ay, qué bien nos iría si los responsables de la Junta se tomaran la mitad de interés por el patrimonio del que se toman algunos de su vecinos.
Nos volvemos a casa con un sabor agridulce, de un lado, por tanto hermosura que hemos visto, por otro, el olvido por parte de la administración autonómica del patrimonio disperso en su territorio, que es la única empresa que les queda a estos pueblos, verdaderamente olvidados.
Si te interesa, aquí tienes más información de estos lugares extraída de Románico Digital:
Fotos: ©Valvar


