Agen es una ciudad francesa de interior entre Toulouse y Burdeos, bañada por el río Garona. Tiene una catedral dedicada a San Caprasio, dos iglesias góticas, y un museo digno de visita, pero se presenta a sí misma como la capital de la ciruela pasa.
Para decir la verdad, la hemos escogido para no hacer demasiado largo el camino de vuelta a casa desde Conques y por el señuelo del ábside de San Caprasio.

Hacemos una entrada regulera. A través de Booking hemos contratado un apartamento que nos impide entrar antes de las cuatro de la tarde y nos obliga a dejarlo antes de las nueve y media de la mañana, lo que nos parece un abuso, pero, contra nuestra costumbre, en este viaje hemos contratado los alojamientos a última hora y entendemos que ese es el peaje a pagar. No será el único peaje. Al llegar descubrimos que el apartamento se encuentra en un edificio dedicado exclusivamente a alojamientos turísticos, del que somos los únicos ocupantes. La llave se encuentra en una caja a la que se accede mediante clave que solo nos proporcionan después de haber ordenado a nuestro banco una «prefianza» de 200 euros como garantía de hipotéticos daños. Traspasada la puerta encontramos que la escalera de caracol está vieja y mal cuidada y, aunque el apartamento está bien situado y se corresponde con lo anunciado, esta es una forma especulativa de explotación turística con la que no estamos de acuerdo porque acaba expulsando a los vecinos residentes en el centro de las ciudades. De hecho, los edificios colindantes parecen tan vacíos como el que ocupamos.
Tendríamos que haber estado más atentos a lo que contratábamos porque somos conscientes de que viajar es una actividad que exige responsabilidad hacia los lugares que se visitan y no olvidar que las ciudades son de quienes las habitan. De momento, hemos borrado a Booking de nuestros contactos.
Tras la experiencia, nos sobreponemos y salimos a descubrir Agen. Estamos muy cerca del Ayuntamiento, que ocupa el antiguo palacio de Justicia, obra del siglo XVII. Nos refrescamos del sofoco en un kiosco que hay en un jardincillo desde donde podríamos contemplar a placer el Museo de Bellas Artes, instalado en tres palacios renacentistas, si dicho museo no se encontrara cubierto por lonas y andamios por hallarse en obras.

Así que nos encaminamos a la catedral de San Caprasio -Saint Caprais-, obra del siglo XII, que ha vivido no pocas peripecias a lo largo de su historia. Construida inicialmente como colegiata, pasó a catedral en 1803, después de que la Revolución destruyese la de San Esteban, sede de la diócesis de Agen. Este es un caso de reutilización según los vientos de la historia. La actual fábrica se construyó sobre una basílica anterior del siglo VI, destruida por los normando en el IX. Las guerras de religión la dañaron y la Revolución la utilizó como almacén de forraje.













Entre unas cosas y otras la catedral actual es un monumento de difícil catalogación. De la primitiva construcción románica conserva el ábside, muy restaurado. La multitud de sus canecillos y capiteles sorprenden por el buen estado que presentan vistos a pie de calle.

El objetivo fotográfico nos hace sospechar que muchas de ellas son tallas modernas. Me llama la atención esta sirena de aspecto andrógino.

El campanario de la iglesia fue reconstruido en 1835, sustituyendo a una torre de madera. De este tiempo es también la fachada sur.


El interior de la catedral se corresponde con una iglesia gótica, con sus muros adornados por los coloridos frescos de Jean-Louis Bézar, pintor tolosano que trabajó aquí entre 1845 y 1869, dejando escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento y de las vidas de los mártires de Agen, incluido San Caprasio.


La vida de este San Caprasio está trufada de leyendas. La principal de ellas dice que murió martirizado el año 303, en época del emperador Maximiano, junto con otros muchos cristianos, entre ellos Santa Fe, que en el momento del martirio tenía trece años.

Los restos de la santa fueron depositados en su propio templo, actualmente sin culto. A ella llegó en el 866 el monje Ariviscus de Conques y se quedó durante una década para no despertar sospechas respecto a sus intenciones, que eran las de llevarse los restos de la santa a la abadía de Conques que carecía de reliquias. De esta forma aumentaron los peregrinos que acudían a la abadía al señuelo de los milagros de Santa Fe.


El culto de la iglesia de Santa Fe de Agen se ha trasladado a la de Saint Hillaire, San Hilario, iglesia gótica de buena planta, en el boulevard Scaliger.

Para cerrar el capítulo eclesiástico de la ciudad hay que mencionar la enorme iglesia de ladrillo de los Jacobinos, del siglo siglo XIII, antigua capilla de los dominicos, hoy centro cultural.

Cerca de aquí se encuentra la calle Beauville, con sus casas medievales y voladizos. Otro atractivo de Agen es su puente-canal, una obra de 538 metros de longitud mediante el que atraviesa el río el canal lateral del Garona.
Si te apetece disfrutar de estos atractivos, la publicidad de Agen señala que el último fin de semana de agosto se celebra la gran fiesta de la ciruela…
Fotos: ©Valvar


