Monasterio de Rodilla

Monasterio de Rodilla es un lugar de aspecto placentero en la comarca burgalesa de la Bureba, a orilla de la carretera N-I con una historia más agitada de lo que su apariencia actual podría inferir. Ha sido mansión romana, castillo medieval, monasterio, población junto a la roda y ermita dedicada al cobro del diezmo. Quizá algo más. ¿Quién sabe?

En el entorno de lo que hoy conocemos como Monasterio de Rodilla hubo una mansión romana, la Tritium Augtrigonum del Itinerario de Antonino que iba de Braga a Burdeos. En la Edad Media la encontramos como Monesterio y Nava Fenosa, topónimos que aluden a una tierra de pastos altos (nava) y cultivos de heno (fenosa). A la sombra de su castillo roquero se asentó una población y un monasterio, ora propiedad de San Salvador de Oña, ora de San Millán de la Cogolla.

En el siglo XII era cabeza del alfoz castellano de Monasterio. En 1188 formó parte de la dote que Alfonso VIII donó a su hija Berenguela en su compromiso matrimonial con Conrado, hijo de Federico I de Alemania, matrimonio que finalmente no llegó a celebrarse. Del castillo roquero apenas quedan cuatro piedras, el resto ha servido de material para construcción de caminos.

La población original de Monasterio se localiza en la ladera bajo el castillo, en torno a la iglesia de Santa Marina, conocida como Barrio de Arriba. Con el tiempo una parte de la población se trasladó al llano, junto a la “roda” -de ahí “rodilla”-, la vía Bayona-Burgos por la que discurría una rama del Camino de Santiago, más tarde el importante tráfico de lana entre Burgos y Flandes y actualmente la Nacional I. Se crea así el Monasterio de Rodilla o Barrio de Abajo. Fernando III concedió al monasterio de las Huelgas el portazgo que se cobraba en Monasterio de Rodilla sobre la circulación de la sal.

En cuanto al monasterio al que alude el topónimo, se sabe que el rey García de Pamplona concedió al abad Gonzalo del monasterio de la Cogolla un pequeño cenobio, probablemente vinculado a la familia del abad, en la villa de Naba Fenosa. Dos décadas después el mismo abad dona el cenobio a perpetuidad al abad Íñigo del monasterio de Oña.

Algunos documentos posteriores hablan de la existencia en Monasterio de la cella de Santa María y de una iglesia bajo la advocación de la Beata María siempre Virgen. En el siglo XIII aparecen ya Navahenosa, Monasterio de Rodilla y la iglesia de Santa María del Valle, propiedad del monasterio de Oña, donde los vecinos de los dos primeros van a pagar el diezmo, contribución que los fieles abonaban a la iglesia, consistente en la décima parte de sus frutos. De hecho, hasta principios del siglo XX los vecinos entregaban una parte de su cosecha al ermitaño, que residía con su familia en una dependencia anexa a la ermita.

A pesar de que hay cierto enredo documental, parece que la casa, palacio o monasterio de la Beata María siempre Virgen se construyó a finales del siglo XII o comienzos del XIII, con un capellán a cargo llamado Fernando.

Algunos historiadores sostienen que en este lugar vino a tomar el hábito -o quizá a pasar el duelo- la condesa Elvira Ramírez, esposa de Rodrigo Gómez, a la muerte de su marido, ocurrida en 1153, de donde deducen que se trataría de un monasterio femenino, del que no se tienen noticias. Tampoco se tienen muchas noticias fiables del momento de su construcción. Es el tiempo en que Oña, propietario del monasterio, hasta entonces en poder de Navarra, pasa a dominio castellano, cuando Fernando I de Castilla vence a su hermano García de Navarra en la batalla de Atapuerca (1054), anexionándose la comarca de la Bureba.

A nosotros lo que nos lleva a este lugar es la llamada ermita de Nuestra Señora del Valle, situada en un paraje que por sí solo bien vale una visita en cualquier época del año. Se trata de una fábrica de hermosas proporciones, del tipo de San Pedro de Tejada, una construcción de una sola nave con torre de 16,5 metros de altura a la que se accede por un husillo.

El ábside presenta al exterior una triple arquería ciega de medio punto en cuyos arcos se abren sendos vanos. Ábside y portada se decoran profusamente con ajedrezados y puntas de diamante y abundancia de canecillos, más elaborados los de la portada.

Una inscripción insertada en el ábside podría indicar la fecha de su consagración, lamentablemente inutilizada por la manipulación sufrida en tiempos recientes.

Un aspecto que llama la atención en la decoración escultórica es la ausencia absoluta de cualquier referencia religiosa, excepto dos relieves en las fachadas norte y sur de la torre: una Virgen con el Niño en la pared sur y un San Miguel, muy deteriorado, en la norte.

Encontramos capiteles y canecillos con decoración vegetal, zoomórfica y figurativa: basiliscos, monstruos alados, quimeras, una curiosa sirena con un pez en la mano, dos figuras mutiladas mostrando sus órganos sexuales, una pareja, músicos, un equilibrista, una cabeza de dama, algunos de ellos con incisiones y perforaciones decorativas.

La inexpresividad de los veinticuatro canecillos de la cornisa ajedrezada del ábside apunta que fueron realizados por un taller distinto al que trabajó en la portada y en las cornisas norte y sur de la nave, de mayor naturalismo y viveza, que remiten al taller del segundo maestro de Silos.

Entre todos ellos, destaca la expresividad y buena factura de los siete que sustentan el tejaroz de la portada.

Otro tanto cabe decir de las dos ménsulas de la puerta, figuradamente dos leones, todos ellos atribuidos a un maestro de Rodilla.

De los dos accesos que tuvo la nave el del muro oeste, que comunicaba con la casa del ermitaño, está parcialmente cerrado. La portada, algo avanzada respecto al muro norte, es obra de finales del siglo XII. Se organiza sobre dos pares de columnas exentas rematadas por capiteles decorados con representaciones de animales. Las arquivoltas parten de una moldura a la altura de los cimacios.

Nosotros somos de los que hemos frecuentado el área recreativa de la ermita, incluso con la prole, pero nunca habíamos podido acceder al interior, habitualmente cerrado. Para nuestra fortuna, el equipo de Vía Románica 👇 organizó una visita guiada el segundo sábado de noviembre de 2024, al que nos apuntamos con entusiasmo.

De esta manera podemos atestiguar que si la ermita es hermosa al exterior, el interior no le va a la zaga. La nave se divide en tres tramos, con bóveda de medio cañón los dos primeros; el ábside se cubre con bóveda de medio cañón y de horno semicircular.

El tramo que hace de falso crucero se cubre con cúpula semiesférica sobre pechinas y arcos torales, modelo ya utilizado en otras iglesias de la provincia como San Pantaleón de Losa y Aguilar de Bureba.

La originalidad de la iglesia de Santa María del Valle es que en los muros norte y sur de este tramo que ejerce de falso crucero se abren unos nichos de 90 centímetros de profundidad a la manera de absidiolos o capillas resguardados por semibaldaquinos rematados por un frontón triangular, modelo que recuerda a los existentes en Santa María Magdalena de Zamora y San Juan de Duero de Soria. Adosados a esta estructura, unos altares rudimentarios sobre una base circular. Se cree que pudieron servir para un culto privado o semipúblico esporádico y restringido.

Los capiteles del arco toral son toscos, de relieve casi plano. Próximos a ellos, otros capiteles con ornamentación de palmetas y hojas de acanto. De mejor factura los que rematan las semicolumnas que delimitan los dos primeros tramos de la nave.

Entre los años 1954-56 se realizaron excavaciones en el entorno de la ermita apareciendo varios sarcófagos, actualmente dispersos por la zona utilizados como abrevaderos. Entre 1965 y 1968 se realizaron obras de restauración de la ermita y acondicionamiento. Se eliminaron la sacristía y la llamada casa del ermitaño, habilitándose una zona recreativa muy frecuentada en verano.

Hay algo extraño en esta iglesia. Se diría que esconde algún secreto, la razón última de su existencia. Pues, si el cenobio estaba en el barrio de Santa Marina, ¿qué pinta aquí la iglesia? Y si hubiera existido aquí un cenobio, teniendo en cuenta su dependencia de Oña o de la Cogolla, ¿qué sentido tiene una iglesia monacal carente de símbolos religiosos? Y, ¿que hacía aquí la condesa doña Elvira Ramírez, cuyos restos descansan junto a su esposo en el monasterio de Oña? Si no hubo cenobio ni tampoco población cercana, ¿para qué se necesitaban dos altares añadidos en los absidiolos laterales? ¿Es Santa María del Valle la misma advocación que la Beata María siempre Virgen u otra distinta? Si tuvo un uso exclusivamente recaudatorio, ¿el monasterio de Oña -o el de San Millán de la Cogolla- necesitaban tamaña construcción únicamente para recibir los diezmos existiendo ya la iglesia de Santa Marina? ¿Pudo existir alguna fundación nobiliaria vinculada al monasterio de Oña? ¿Es la condesa Elvira u otra dama hipotéticamente donante la cabeza retratada sobre la portada? ¿Quienes ocuparon los sarcófagos hallados en el entorno de Santa María del Valle?

La visita guiada sigue un recorrido que pasa por la cercana iglesia de Santa Marina, en el Barrio Alto, que conserva una ventana, portada y varios canecillos románicos, el resto es gótico. Su estado de abandono produce cierta desolación.

Concluye el recorrido en la parroquia de Santa María del Barrio Bajo, donde se guarda la imagen que presidió el altar de la ermita -la actual es una copia-, de madera policromada, y un Cristo crucificado también de madera, de tipo bizantino.

La cruz mide 186 centímetros de alto por 170 de ancho. La imagen tiene la cabeza adelantada, inclinada a su derecha. El rostro es alargado, con los ojos entreabiertos y hundidos. El cabello, tallado en mechones individuales, se reparte a ambos lados del pecho. Es una talla excelente que resalta con gran dominio la anatomía del Crucificado, cubierta en parte por un perizonium -lienzo atado a la cintura en las imágenes de Cristo desnudo- que llega hasta las rodillas, formando pliegues.

Durante años, este Cristo ocupó el vano de uno de los absidiolos de la ermita; para ajustar la cruz al espacio disponible se le cortaron los dedos pulgares de ambas manos y el índice de la mano derecha.

Volvemos contentos de esta visita y de iniciativas como esta para dar a conocer el patrimonio cultural de la provincia. Y dándole vueltas a los interrogantes que nos ha suscitado el recorrido. Tenemos que volver más veces, le propongo al Colega. Pues ya solo nos falta trasladarnos a vivir a la ermita, responde.

Fuente: Románico digital. Monasterio de Rodilla 👇

Fotos: ©Valvar

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