Hay muchas razones para visitar y enamorarse de Allariz y su gente, su paisaje, su cultura, su patrimonio o su gastronomía, advierte atinadamente la Oficina de Turismo de la ciudad. Nosotros llegamos persiguiendo una pequeña imagen de marfil y el recuerdo de una reina olvidada.

Allariz (Ourense) es una villa que conjuga su encanto medieval -sus casonas, sus iglesias, sus cruceiros, su puente, los restos de su castillo y sus murallas- con sus atractivos modernos, como el comercio outlet de las primeras marcas de moda que se extiende por su calles principales.
El castillo fue mandado levantar por Alfonso VI en el siglo XI; en el siguiente, Alfonso VII le concede fuero haciéndola Villa Real. Alfonso X pasó en ella largas temporadas, aquí aprende la lengua galaico-portuguesa que utilizará en algunas de sus Cantigas. Por entonces la villa contaba ya con una importante judería. En 1268, la reina Violante, esposa del rey Sabio, funda un convento de clarisas, donde pide ser enterrada. Su hijo, Sancho IV, nombra a la villa llave del reino de Galicia.
En 1560 el convento es adquirido por Pedro Pimentel, señor de Allariz, quien cede al municipio el terreno de la Barreira, donde actualmente se celebran las ferias.

Los cuatro cruceros que se distribuyen en la población se instalaron en 1579 como protección contra la peste. En ese siglo y el siguiente se levantaron numerosas casas hidalgas y se fundó el Pósito Agrícola.

En el XVIII un incendio destruye el monasterio fundado por doña Violante, que vuelve a construirse con arreglo a los gustos barrocos del siglo, manteniendo la estructura anterior. Su claustro se compone de galerías con 72 arcos de medio punto.


En el siglo XIX, la invasión de las tropas francesas de Napoleón y las desamortizaciones estuvieron a punto de acabar con el patrimonio allaricano. Se desmanteló el Castillo, parte de la muralla y el puente de la Zapateiría; la exclaustración obligó a las religiosas clarisas a abandonar el monasterio, que sufre un gran deterioro. Mediado el siglo XX, un nuevo grupo de clarisas de monasterio de Cantalapiedra vuelve a Allariz. Las instituciones contribuyen a la restauración del edificio, del que solo es visitable la iglesia y el pequeño pero preciado museo.
En el mismo Campo de Barreira donde se levanta el monasterio se encuentra otra iglesia barroca dedicada a San Benito -o Bento-, patrono de la villa, flanqueada por dos cruceros.

Tras el desastroso siglo XIX, Allariz pareció recuperar su esplendor en el XX con el cultivo del lino; a la caída de esta producción sucedió el auge del curtido del cuero, actividad que también decayó a partir de los años 60.
Actualmente, Allariz, cuyo casco antiguo es Conjunto Histórico-Artístico, cuenta con un Museo del Juguete con más de 2.000 piezas, un Museo Gallego de la Moda y un Museo Etnográfico del Río Arnoia. Su entorno fue declarado Reserva de la Biosfera en 2005. Aparte de la tentadora oferta de su outlet, cada sábado ofrece un mercado de productos de la Reserva de la Biosfera.

Llegamos a Allariz en plena celebración del Entroido, que pareciendo sinónimo de Carnaval tiene en Galicia un significado algo diferente, con un enorme arraigo y participación popular. Los días que estuvimos, de domingo a miércoles, fueron una continua fiesta para los allaricanos.



Parece que los vecinos son propensos al jolgorio callejero pues cada año el fin de semana previo al Corpus Cristi celebran la Festa do Boi, que, en esencia, se trata de recorrer las calles con un buey ensogado.

También para nosotros la estancia en Allariz fue una fiesta, aunque por razones diferentes. Ya he dicho que íbamos siguiendo el rastro de la reina Violante, mujer tan interesante como desconocida, por lo que nuestro objetivo era conocer el entorno donde se desenvolvió su estancia en la villa y, sobre todo, su monasterio.
Mientras el resto de España se protegía de una lluvia incesante, aprovechamos la soleada jornada para recorrer las calles de Allariz hasta la orilla del río, donde se encuentra la Oficina de Turismo. Allí nos atendió José Manuel, un profesional competente que, prácticamente, nos dio hecha la agenda de los siguientes días: nos proporcionó nombre y teléfonos de quien podría abrirnos la iglesia de Augas Santas, que en otras ocasiones habíamos encontrado cerrada, y otros consejos sumamente útiles. Gracias le sean dadas.

Tuvimos tiempo de callejear hasta la judería, donde descubrimos las tijeras que dan testimonio del antiguo gremio de sastres.


Al día siguiente, acudimos puntuales al museo del monasterio 👇, atendido por Inma, que nos regaló -la entrada es gratuita- una interesante explicación sobre los dos objetos que nos interesaban, donación de la reina a su monasterio: una Virgen abrideira 👇 y una Cruz de cristal. Ambas piezas ocupan un espacio independiente del museo, dentro de sendas urnas de cristal, lo cual, si bien garantiza su protección, dificulta las fotos.

La Cruz 👇 está formada por cuatro piezas de cristal de roca tallado insertadas en un perfil de plata dorada, adornada con miniaturas sobre pergamino de aire bizantino, sosteniendo un Cristo de tres clavos. En la base ocupan espacio las figuras de la Dolorosa y San Juan y dos personajes orantes, se supone representan a los donantes. La peana, que es una obra de arte por sí sola, se encuentra en restauración, nos hacemos una idea por las fotos que se ofrecen.




La Virgen es una talla de marfil de 25 cm. Cerrada es una imagen sedente con el niño Jesús sobre su rodilla sostenido por su brazo y mano derecha, del tipo Sedes Sapientiae. En la mano derecha, algo levantada, probablemente portaba una flor; el pie derecho pisa un animal, dragón o león. Viste túnica ceñida y lleva velo, el rostro sonríe ligeramente, con una expresión tan delicada que -aunque no seáis una moñas como yo- emociona. El Niño ofrece el gesto de bendecir y en la mano izquierda porta una bola, símbolo del poder.

Lo de cómo es cerrada hemos de imaginarlo pues lo que se nos ofrece es la imagen abierta en tríptico -de ahí lo de abridera o abrideira- convertida en un retablo de nueve compartimentos representando los gozos de la Virgen: la Natividad, Ascensión, Coronación, Epifanía, Pentecostés, Anunciación, Resurrección y dos ángeless con cirio). Inicialmente debió de lucir policromía, de la que ahora apenas queda resto. Sorprende que en una superficie tan reducida puedan tallarse estas escenas con tanto primor.
Es tradición que ambas piezas formaban parte de la capilla privada de doña Violante y que fueron donadas por ella al monasterio antes o después de su fallecimiento, siguiendo el mandato testamentario, donde se dona “toda mi capiella, assí lo que les yo di como lo que yo tengo”. La primera referencia que tenemos de la Virgen de Allariz la debemos al humanista Ambrosio de Morales, en su Viage por orden del Rey D. Phelippe II a los Reinos de León, Galicia y el Principado de Asturias, de 1572.
Suyo es también el relato o leyenda que atribuye la autoría de la obra al infante Enrique, hijo de Sancho IV y nieto de doña Violante, según la cual el niño habría nacido mudo y recuperó el habla después de elaborar la pieza. La intervención de un niño -el infante murió a los once años- explicaría la talla de piezas tan pequeñas, que parecen imposibles para las manos de un adulto.
La leyenda tiene su encanto y, sobre todo, abunda en la idea de donación real, pero esta Virgen abrideira de Allariz es una de las piezas más valiosas de la eboraria, obra de un artista de primer orden. Los estudiosos sostienen que estas tallas abundaron en Francia, si bien es posible que la obra pudiera haber salido de un taller gallego, creado por algún artista foráneo. De este tipo de virgen abridera de los gozos solo existen otras dos en la península ibérica, una en Salamanca y otra en Évora.










De nuestras visitas anteriores conocemos las iglesias de Allariz –Santiago, San Esteban, San Pedro y Santa María de Vilanova-, a pesar de lo cual volvemos a visitarlas con gusto.







Pasamos ante la de Santa María de Vilanova en dirección al puente medieval, magnífico ejemplar, hermano pequeño del de Orense. Volvemos al hotel paseando por el bien cuidado paseo junto al río Arnoia, que bordea la villa.



Inspirados acaso por doña Violante, habíamos elegido para alojarnos un hotel lo más próximo al convento, el O Portelo Rural 👇, una acogedora y confortable casona antigua, de cuyas paredes cuelgan hermosos dibujos de Agustín Ibarrola, gestionada por Pilar y su equipo de mujeres. Aparte de los consejos que nos ofrecieron para aprovechar nuestro tiempo, nos hicieron sentir en casa. Culpa suya también es que ya estemos buscando excusas para volver a Allariz.
Como la villa se encuentra en el centro de varias poblaciones con ricos ejemplares románicos, aprovechamos para hacer excursiones por los alrededores.













En San Pedro de A Mezquita 👇volvimos a deleitarnos con su misteriosa iglesia. Llegamos tarde al pasacalles de los gallos del entroido, uno de los participantes nos describe pieza a pieza su traje -que no disfraz- sobre el que lucían las mejores joyas familiares y nos muestra los enormes gallos que adornaban el tractor durante el desfile.
Y, por fín, se nos abre la iglesia de Santa Mariña de Augas Santas👇 , tan enorme como una catedral. Como no hay dicha completa, no podemos fotografiar los capiteles del arco toral, visibles desde el coro, porque este está cerrado en previsión de obras. Así y todo, la visita merece la pena.










Esta Mariña que aquí es venerada era una joven que vivía en la villa romana de Armeá, cercana al lugar, de la que se encaprichó el prefecto. Al ver rechazadas sus pretensiones, sometió a la joven a todo tipo de torturas naturales y sobrenaturales, incluida la presencia del diablo en forma de dragón. Todo resultó inútil. Condenada a morir quemada en un horno, San Pedro la deja indemne junto a un estanque. El prefecto decidió terminar de una vez mandando que fuera decapitada. Así se hizo, la cabeza cayó al suelo en tres rebotes, brotando una fuente en cada uno de los lugares donde cayó, de ahí el nombre de Augas Santas. Sobre el emplazamiento de su tumba se levantó un templo, donde nadie más recibió sepultura. Esa es la iglesia parroquial que visitábamos.




Cerca de aquí han sido excavados restos de castros y romanos vinculados a la devoción a Santa Mariña. La tradición obliga a beber de la fuente que mana junto a la iglesia, tradición que cumplimos devotamente, pese a nuestra descreencia, agradeciendo la generosa amabilidad con que hemos sido tratados, lo cual, si bien se mira, resulta casi milagrosa en los tiempos que vivimos.
Fotos: ©Valvar


