La Dordoña es una de las regiones con los paisajes más bucólicos de Francia, acaso para compensar que durante cinco siglos estas tierras fueron escenario de luchas constantes. Testigos de este pasado feudal y bélico son los innumerables castillos que pueblan la idílica región.
Denominada indistintamente Perigord o Dordoña fue escenario de luchas constantes: la aparición y eliminación de los cátaros entre los siglos XI y XII, la Guerra de los Cien Años del XIV al XV, las luchas feudales entre los Platagenet y los Capeto y en el siglo XVI de los guerreros defensores del catolicismo contra guerreros calvinistas, los hugonotes. El medievo está tan presente que si apareciera la gran duquesa Leonor de Aquitania (1122-1204) no produciría demasiada sorpresa. Porque, a su pesar, la poderosa dama condicionó la vida de esta tierra durante buena parte de la Edad Media.

Para comprender la guerra secular entre ingleses y franceses hay que recordar que Leonor de Aquitania llevó una parte del Perigord como dote en su matrimonio con Enrique Plantagenet, quien había de ser rey de Inglaterra. El río Dordoña era la frontera entre el territorio inglés y la tierras en poder del rey francés, empeñado en hacerse con el rico ducado de Aquitania. Hasta que lo consiguió.
Los señores feudales al servicio de ingleses o franceses fueron sembrando de castillos la región. Se asegura que llegó a haber 1001 fortalezas en el Perigord. Algunos de ellas desaparecieron pero la mayoría se mantienen en pie, acondicionados por sus propietarios como residencia o abiertas al público como testigos de la historia.

En junio del 2025 recorrimos estas tierras siguiendo el rastro románico. Nos gustó tanto la región que pesamos en volver, lo hicimos en septiembre, ahora acompañados de una pareja de amigos, con el propósito de conocer sus castillos👇, de recorrer el Dordoña y de pasear por sus pueblos. Fue una buena idea.




Después de visitar Burdeos, t loomamos como base el pueblo de Sarlat, uno de los más bonitos de Francia, auténtico escenario medieval, empezando por recorrer su mercado al aire libre en la plaza del Ayuntamiento, junto al mercado cubierto. Imposible resistirse a las exquisiteces que se ofrecían en los puestos: quesos, patés, foies, mermeladas, nueces, licores, verduras… Nos alojamos en un apartamento y compramos provisiones como para cenar una semana y no los tres días que estuvimos.




Recorrimos Sarlat, su catedral, su linterna de los muertos y su Manoir de Gisson👇, casona medieval en el centro del pueblo. Ha sido restaurada y amueblada de acuerdo con los gustos sarladeses de la familia Gisson – abogados, caballeros y concejales- del siglo XVII y está abierta al público.

En busca de auténticos castillos nos dirigimos al pueblo de Domme, en el corazón del Perigord negro, llamado así por sus tejados de pizarra.



Domme👇 es una bastida, una ciudad fortificada, con plazas cuadradas y calles que se cruzan en ángulo recto, mandada construir en 1281 por el rey Felipe III en un acantilado que domina el valle del Dordoña. Tiene cuatro puertas, con sus torreones defensivos: la de Tours, de la Combe y del Bos. La ciudad entera está muy bien conservada, una auténtica ciudad medieval. En la puerta de Tours fueron encarcelados los templarios, dejando en sus paredes grabados aún visibles.




Desde el Belvédère, una elevación de cien metros sobre el valle se puede contemplar una amplia panorámica, distinguiéndose el castillo de Castelnaud.



Es típico del lugar el helado de fresa, pero durante nuestra visita nos acompañó la lluvia y no apetecía demasiado. Lo que sí hicimos fue visitar la cueva natural que se encuentra bajo el casco urbano. No está mal pero tampoco es para tirar cohetes si conoces otras del mismo tipo. Y no dejan hacer fotos.
Como resulta imposible visitar uno por uno los muchos castillos que nos salían al paso, optamos por visitar uno por cada bando y otro de sus famosos jardines.




Empezamos por Castelnaud la Chapelle👇, que se levanta en un espolón rocoso y reúne una colección de artilugios bélicos. Su historia es realmente dramática. Levantado en el siglo XII, perteneció a Bernard de Casnac, señor cátaro. Simon de Montfort tomó el castillo en 1214 dentro de la cruzada albigense. Pronto recuperado por Casnac, fue quemado por el arzobispo de Burdeos.
Durante la guerra de los Cien Años lo tomaron los ingleses y fue devuelto a los propietarios, que lo equiparon con troneras y torres de artillería.
Acondicionado como residencia en el siglo XV, durante la Revolución fue abandonado, deteriorándose con el paso del tiempo hasta que en 1968 fue declarado monumento histórico. Desde 1985 alberga el Museo medieval de la guerra medieval con más de 250 piezas: armas de asta, espadas, piezas de artillería, uniformes, armaduras.
Entre el aparcamiento de coches y el acceso a la taquilla de castillo hay un trecho no muy largo pero empinado. Una cuesta incompatible con la resistencia de cuatro jubilados. Llegamos con las fuerzas justas. Mientras calculamos si nos alcanzan para recorrer el tramo que aún queda hasta la puerta de entrada sale una de las guías a preguntarnos si queremos hacer la visita. Estamos medio muertos, respondemos. Pues se les ve muy vivos, contesta ella.




Finalmente, sopesamos el hipotético encanto del museo militar frente al maravilloso paisaje que se nos ofrece desde la posición del castillo y optamos por refugiarnos en el bar, donde los chicos se toman una cerveza -insuperable, según dijeron- y nosotras sendos helados. Ambas coincidimos en que eran los mejores que hemos tomado hasta donde nos alcanza la memoria. El lugar es tan fotogénico que incluso los insectos posan para las visitas.
Los dueños de la fortaleza la habitaron poco tiempo porque preferían el confort de Les Milandes👇, otro castillo cercano, este ya del siglo XV, en cuyos jardines se ofrecen espectáculos con aves rapaces.
La fama de Les Milandes es relativamente moderna: la cantante y vedette Joséphine Baker (1906-1975) lo compró como residencia familiar para su numerosa prole (adoptó doce niños de distintas procedencias).



Si Castelnaud era la fortaleza inglesa, en el lado francés se alza imponente el castillo de Beynac. Construido en el 1115 sobre una elevación rocosa en el desfiladero formado por el río Dordoña, conserva de esa primera fase el impresionante torreón. Remodelado en los siglos siguientes, guarda una cocina del siglo XIII, un salón de Estados del XV o una escalera renacentista del XVII. La parte superior del torreón fue remodelada en el siglo XIV hasta alcanzar los 152 metros sobre el río, un extraordinario mirador desde el que se divisan cinco castillos del valle.





Desde este balcón se comprende que la guerra se prolongara durante un siglo, había de ser difícil renunciar a un trozo de paraíso como el que se extiende a nuestros pies. Por otro lado, ¿quién querría guerrear en un lugar de tanta belleza?



Llegamos a Beynac👇 bien comidos en un restaurante junto al río. El coche nos deja prácticamente a la puerta de la alcazaba, después de un ascenso que de ninguna manera hubiéramos podido hacer a pie.













Si Castelnaud ofrece una panoplia militar, Beynac ha sido dispuesta como una lección de cinco siglos de la historia francesa. Partiendo de la omnipresencia de Leonor de Aquitania, por sus muros y salas pululan en proyecciones y cartelas muy didácticas Simon de Montfort, Ricardo Corazón de León, Juan sin Tierra y los señores feudales que lucharon en ambos frentes para defender sus respectivos intereses. Los salones muestran el mobiliario de la época correspondiente. Uno de ellos se presenta con el señuelo de haber sido el dormitorio de Ricardo Corazón de León.
Como el mundo realmente es un pañuelo, en una de las salas el Colega se encuentra con una pareja joven oriunda también de la provincia de Burgos.



Uno de los castillos que se ven desde el torreón es el de Marqueyssac, construido por el mismo señor de Beynac para vigilar al de Castelnaud, en tanto que este levantaba la fortaleza de Fayrac para vigilar al de Beynac.







El palacete de Marqueyssac👇 es poco más que una casona de buena familia, amueblada al estilo del siglo XIX. Lo que le hace admirable es la enorme extensión ajardinada que le rodea y los paisajes y castillos que se divisan dondequiera que se mire: Castelnaud, Beynac, La Roque Gageac, Les Milandes…





El parque tiene una extensión de 22 hectáreas, con más de seis kilómetros de senderos, con cascadas, miradores, rocallas, 150.000 bojes centenarios, podados a mano, una obra maestra del arte topiario. El recinto está dispuesto para el ocio familiar, con lugares para pícnic, juegos infantiles, o un restaurante sobre el valle que invita a quedase a vivir. Tiene otro atractivo especial para los jubilados andariegos: un coche eléctrico que va recogiendo a los visitantes agotados y los devuelve a la entrada. Que Leonor de Aquitania los bendiga.



Para concluir el capítulo de los castillos y las luchas medievales, habrá que recordar que el conflicto anglo-francés acabó en 1453 con la victoria francesa en la batalla de Castillon👇, considerada también el primer triunfo de la artillería móvil en campaña. Rendida asimismo Burdeos, a los ingleses solo les quedó el reducto de Calais, donde aún permanecieron 134 años.


Ya quedó dicho que otro de los encantos del Perigord-Dordoña son sus paisajes, las enormes cortadas cinceladas por el curso de los ríos Dordoña. El pueblo de La Roque-Gageac👇 sirve de ejemplo. Es uno de esos lugares que te dejan con la boca abierta. No hay nada discordante en el paisaje urbano ni en el río que le sirve de espejo.





Por ponerme exquisita diré que solo tiene una pega: sus infinitas escaleras, que le hacen casi inaccesible para los cuatro jubilados boquiabiertos. Hay que estar muy en forma para vivir en una población que se recuesta en una pared perpendicular. Pues en esta pared se levantó un el siglo XIV una iglesia con un campanario típico y tejado de pizarra del Périgord. No lejos de ella, un jardín exótico con palmeras, plataneros, higueras y hasta bambúes.

Destaca entre sus edificios notables el Manoir de Tarde, antigua residencia de los obispos de Sarlat y luego casa familiar de la familia Tarde. El canónigo Jean Tarde fue un hombre ilustrado, admirador y discípulo de Galileo Galilei. Reconstruyó los archivos de la catedral destruidos en las Guerras de Religión: en 1594 realizó un mapa de la diócesis, señalando los daños ocasionados por las guerras.


















Como en Burdeos por el Garona, también recorrimos un tramo del Dordoña embarcados en una gabarra como las que se utilizaron tradicionalmente para transportar el vino hasta la Roque-Gageac. He de decir que estos barquitos salen cada media hora, recorren el curso del agua durante una hora y al menos en el día que estuvimos nosotros, iban siempre llenos Los jubilados zascandiles sentimos una sana envidia de cómo cuidan los franceses su patrimonio.

Concluimos el viaje en Bergerac👇, encantador pueblo que mantiene viva la memoria de Hercule Sanivien de Cyrano, nacido en París en 1619, de breve carrera como mosquetero gascón, que tomó el apellido de la ciudad, pasando a ser conocido como Cyrano de Bergerac, a quien ha levantado dos estatuas en sus calles.




Cyrano fue escritor, poeta, dramaturgo y novelista, autor de obras de teatro satíricas. El escritor Edmond Rostand se inspiró en él para crear su personaje en su obra “Cyrano de Bergerac”.





La ciudad, bañada por el Dordoña nos recibe con una luna llena en un cielo de azul purísimo, que no le agradecimos lo suficiente. Aparte de por su Cyrano, es famosa por su vino. Cruzamos su puente, recorrimos la plaza Pelissière, donde hicimos un pica-pica, saludamos a las dos efigies de Cyrano, y, tras pasar la noche en un hotel próximo a la autovía, nos despedimos del Dordoña, que nos había regalado un viaje inolvidable.


Antes de tomar la autopista de Las Landas hacemos una breve parada en Arcachon para degustar sus ricas ostras. Porque además del espíritu conviene tener alimentado el cuerpo.
Fotos: ©Valvar


