Maderuelo

Maderuelo es un lugar al que se puede ir por mil razones y todas buenas. Está situado sobre una meseta como un barco varado desde el que se divisan tierras de las provincias de Burgos, Soria y Segovia, provincia a la que pertenece. En las aguas del Riaza, atrincheradas en el pantano, se reflejan sus restos medievales y el gran tesoro románico de la ermita de la Veracruz.

En el lugar defienden que por aquí pasaba la calzada romana de Tiermes a Roa, un resto del cual sería su puente romano, hoy bajo las aguas del pantano. Núcleo de repoblación durante la reconquista, por su posición estratégica formó parte de la primera línea defensiva de la margen izquierda del Duero, con Coca, Cuéllar, Fuentidueña y Sepúlveda. El historiador Jiménez de Rada (1170-1247) lo menciona como Castro Maderolum, una de las fortalezas recuperadas por Sancho Garcés III en 1011.

Cabeza de una pequeña Comunidad de Villa y Tierra con 19 aldeas, llegó a tener diez parroquias. En 1339 pasó a propiedad de la reina Leonor de Navarra; en 1423 es señorío de Álvaro de Luna, una de cuyas nietas casa con el marqués de Villena, a cuya familia perteneció hasta la abolición del régimen señorial en 1837. Del siglo XV conserva parte de la muralla, el Arco de la Villa, la parroquia de Santa María y las ermitas de San Miguel y la Veracruz. Forma parte de la asociación de “Los pueblos más bonitos de España”.

Se accede a Maderuelo por el Arco de la Villa, que mira al suroeste. La puerta ha perdido el foso y puente, que tuvo hasta hace un siglo, pero conserva los cerrojos, la poterna y las gruesas puertas de madera, con adornos y blindajes propios del siglo XV. Tiene la particularidad de que la abertura interior es un arco de medio punto, mientras que la exterior es un arco apuntado. Adosado a este hay otro arco de medio punto más alto, con un hueco central o buhedera, con funciones de matacán que protegía el acceso.

Como somos bastante asiduos a esta villa hemos podido comprobar que su escasa población permanente aprecia sus monumentos. En nuestra última visita -agosto de 2023- hemos visto cómo había desaparecido el cableado que afeaba el Arco de la Villa al tiempo que se prohibía el tráfico rodado en el casco antiguo, excepto a los residentes.

Lindando con el Arco de la Villa se conserva la casona blasonada de los señores de Maderuelo, marqueses de Villena y Condes de San Esteban. En alguna de nuestras visitas se encontraba en venta.

Este primer acceso desemboca en la pequeña Plaza de San Miguel, con la ermita del mismo nombre, obra del siglo XII a la que en el XV se añadió una segunda nave, rematada con una pequeña espadaña. Está desacralizada y tiene una vivienda adosada. Conserva el ábside románico y la espadaña. Ha sido restaurada y se utiliza para actividades culturales.

La calle de Abajo, a la derecha, desemboca en un espacio abierto conocido como plaza del Baile y que se cree fue lugar de mercado. La olma que presidía el baile y la vida del vecindario murió por la grafiosis y ha sido sustituida por un ejemplar joven. Un poco más adelante se encuentra el nuevo ayuntamiento, que ocupa lo que fue antigua cárcel.

Siguiendo el paseo se llega a la Plaza de Santa María, que debió de ser el corazón de la villa, a la sombra de la iglesia de la que recibe el nombre. En ella se levanta una picota, donde se exponía o se ejecutaba a los reos, con todos los adminículos requeridos para su funcionamiento que, aunque hoy sean puramente ornamentales, producen cierto repelús.

De la iglesia de Santa María del Castillo destaca su airosa espadaña, del siglo XVIII, con cinco campanas, que se hacen oír por toda la comarca. Es un conglomerado de estilos, románico, gótico, renacentista, mudéjar y musulmán. Empezada a construir en el siglo XIII, sufrió un incendio en el XVI y fue reconstruida con restos de iglesias de otros templos arruinados. Algunos historiadores creen que pudo haber sido también sinagoga. A derecha e izquierda de ella se abren dos arcos de medio punto. En su interior conserva la momia de la niña María que, según la leyenda, murió de peste y su padre hizo vestir con sus mejores ropas.

En nuestra primera visita, hace de ello muchos años, se nos acercaron unos niños. ¿Quieren ver la momia?, se ofrecieron. Antes de responder levantaron la tapa de un arcón y, efectivamente, allí estaba la criatura momificada. Del susto a poco me caigo de espaldas. Debo de ser la excepción pues, según nos cuentan, el hecho de que los restos infantiles se hayan conservado en buenas condiciones se considera expresión de energías positivas, de manera que los visitantes acostumbran a poner sus manos sobre ellos para recibir esa energía benéfica.

De nuevo en la plaza, bordeando la iglesia por la derecha, un atrio porticado orientado a levante protege dos puertas, una cegada de estilo mudéjar, y otra románica de dientes de sierra y puntas de diamante, ambas muy hermosas. Bajo el atrio hay un mirador desde el que se divisa el pantano y la serrezuela próxima. Ese mínimo espacio se conoce como arcacel, donde se sembraba de cebada para forraje de los animales de tiro del párroco. A falta de animales de tiro, se ha instalado una catapulta, llamada trabuquete o  almajeneque, arma defensiva medieval, como recuerdo del carácter defensivo de la villa.

Bordeando los muros de la iglesia se llega al Torreón del Castillo, que protegía el acceso norte de la población, en otro tiempo habitado por los condes de San Esteban. Se cree que el castillo fue derruido por Isabel la Católica para castigar a los partidarios de los marqueses de Villena y de Juana la Beltraneja. Los ataques del tiempo y de los rayos han convertido el Torreón en unas ruinas desdentadas.

Desde ese punto hay que seguir la senda que conduce de nuevo a la Plaza de la Iglesia y, desde allí, por el Camino de la Puerta del Barrio se llega a dicha puerta, orientada a poniente. La entrada es abovedada entre dos arcos de medio punto. Adosado a ella un antiguo torreón que fue utilizado como hospital o albergue de peregrinos. El barrio al que alude la puerta era el judío o judería.

Callejear por Maderuelo es agradable y triste a la vez. Como tantos pueblos de la España interior, es perceptible su decadencia, a pesar de que los visitantes de fin de semana y de verano alientan la ilusión de cierta vidilla. La realidad es que, junto a hermosas casas rehabilitadas, la mayoría dedicadas a atender al turista ocasional, otras muchas se encuentran en venta o, directamente en ruinas. En una de ellas se puede ver aún un haz de centeno de los usados para chamuscar al cerdo en la matanza, como venas abiertas de un tiempo y una forma de vida que ya nunca va a recuperarse. Ante ruinas como esta nos preguntamos, sin llegar a ninguna conclusión, qué sería lo acertado, si derribarlas definitivamente y dejar libre el solar o mostrar los muñones del pasado.

En una de esas casas recuperadas se pueden ver piedras de apariencia antigua. Nosotros hemos especulado muchas veces sobre su procedencia, incluso con la similitud de la Medusa de la Cisterna Basílica de Estambul, hasta que en la última visita nos aclararon que son obras actuales, realizadas por un artista asentado en el pueblo.

Fuera del recinto medieval junto al cementerio, se levanta la ermita de Nuestra Señora de Castroboda, construida en el siglo XVIII por los vecinos con los restos de la ermita de San Roque, para guardar a su patrona, que goza de mucha devoción entre el vecindario.

Empero, el auténtico tesoro de Maderuelo es su ermita de la Veracruz, no tanto por lo que guarda como por lo que guardó. Levantado sobre una fábrica visigótica, la tradición habla de que los templarios custodiaron en ella uno de los “Lignum Crucis” -de donde le viene el nombre- y que tuvo una cofradía dedicada al enterramiento de los vecinos difuntos y a obras pías.

Es Monumento Nacional desde 1924, albergó un extraordinario conjunto de frescos románicos. Al contrario de lo que sucedió en otros pueblos de esta Comunidad -San Pedro de Arlanza, Berlanga, Fuentidueña- los frescos de la Veracruz no se vendieron de mala manera, fue la construcción del pantano de Linares, que lame los muros de la ermita, lo que movió al Estado a adquirirlos en 1929. Desde 1947 se encuentran en el Museo del Prado, donde se ha habilitado un remedo de ermita para su contemplación. Las improntas dejadas en los muros han sido “repintadas”, advirtiendo siempre de que se trata de una copia sobre los originales. Así y todo, es aconsejable hacer la visita de la vieja y original ermita. Hay que llamar previamente aquí 👇 para concertar cita.

Las pinturas románicas representan temas bíblicos: en la bóveda, el Pantocrátor sostenido por cuatro ángeles; lateral izquierdo: La Anunciación, Ángel turiferario, San Mateo y San Lucas. Lateral derecho: San Marcos, Ángel con rollo, quizá San Juan Evangelista, Ángel turiferario, Ángel con libro, Santo obispo. Medios puntos: Caín (para algunos autores Melquisedec) y Abel presentan ofrendas al Cordero inserto en la Cruz, La creación de Adán y El Pecado Original. Muro izquierdo: Seis Apóstoles, La Magdalena unge los pies del Señor, Adoración de un Mago a la Virgen con el Niño; muro derecho: Cuatro Apóstoles.

En tiempos de sequía, cuando descienden las aguas del pantano, se puede ver el puente viejo de cinco ojos, de piedra de sillería, románico asentado sobre uno anterior de origen romano, que unía la ermita con el pueblo. El pretil conserva dos escudos con las armas de los Pacheco, del marquesado de Villena, que cobraba pontazgo. Afortunadamente, y no quisiera yo dar ideas, en el nuevo puente, levantado cuando la construcción del pantano, no existe el pago de pontazgo.

Si en la visita se hace hora de comer el visitante puede optar por tomar lo que le apetezca en un sencillo restaurante instalado cerca de la ermita de la Veracruz, dar cuenta de su propia comida en cualquiera de las mesas de la pradera o bien ascender hasta el pueblo y comer en alguno de sus restaurantes. En nuestra última visita decidimos esta opción y comimos un excelente lechazo.

El pantano de Linares, aunque reciente, forma parte del paisaje de Maderuelo. Construido a mediados del siglo XX, supuso la desaparición del pueblo de Linares del Arroyo, cuya población fue trasladada al poblado de nueva construcción de La Vid (Burgos), mientras que el término municipal se repartía entre Maderuelo y Montejo de la Vega. Uno de los vecinos forzados al exilio fue Pedro Pascual, quien optó por asentarse en Aranda de Duero con su numerosa familia. Hombre emprendedor, primero organizó el suministro de bocadillos al paso de los trenes de la línea Valladolid-Ariza, luego, se hizo cargo de la cantina de la estación y, finalmente, abrió un almacén de coloniales en Aranda, regentado ya por sus hijos, Fidencio, Juanjo, Pedro y Tomás, con la decisiva colaboración de sus hijas Faustina y Lucía, pues Matilde había profesado como religiosa. De esta semilla nacerían las empresas Pascual Hermanos, Peache y, en suma, el conglomerado industrial Pascual.

El embalse tiene una superficie de 690 hectáreas y está catalogado como humedal protegido por albergar nutrias, garzas reales y otras especies de anátidas.

Para completar el viaje no lejos se encuentran las Hoces del Riaza, Zona de Especial Protección para las Aves, magnífico espacio de cañones y barrancos con imponentes farallones donde anidan buitres leonados y alimoches, que comparten vuelo con búhos reales, halcones peregrinos, águilas, cernícalos, grajillas, chovas y otras aves. Conforman el paisaje carrascas, quejigos, sabinas, enebros, sauces y chopos con tomillos, espliegos, cantuesos y aulagas que alternan con majuelos y escaramujos. Este fue uno de los escenarios escogidos por Félix Rodríguez de la Fuente para la filmación de su serie sobre la Naturaleza.

Luego, cuando tengas ocasión te acercas al Museo del Prado para ver las pinturas murales originales. (Fotos Museo del Prado)

Fotos: ©Valvar y ©Museo del Prado

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