Burgos (II)

A Burgos hay que llegar sin prisa, dispuestos a cansarse y a descansar, a gozar con su enorme patrimonio monumental, mayoritariamente en sus templos góticos, y disfrutar de sus amenos paseos, donde la naturaleza toma posesión de la ciudad.

A la ciudad se puede llegar por carretera o por tren -también por vía aérea, pero con menos fluidez- si bien muchos miles de visitantes lo hacen a pie o en bicicleta, siguiendo el trazado milenario del Camino de Santiago, que la cruza de este a oeste.

Si el visitante gusta del arte gótico aquí podrá disfrutar de una inmersión en cantidad y calidad. Aparte de la catedral, considerada una de las mejores expresiones de este estilo, Burgos cuenta con un amplio censo de iglesias levantadas entre los siglos XIV y XV, el periodo de esplendor económico y social de la ciudad, cuando era la plaza comercial más importante del norte de la península . Prueba de ello es la creación en 1494 del Consulado del Mar, asociación mercantil de comerciantes que en régimen de monopolio exportaban la lana castellana a Flandes e importaban de allí paños y telas, muchos de ellos manufacturados con la lana castellana. El consorcio del Consulado disponía de su propia flota de barcos con base en Laredo o Bilbao.

Los comerciantes no solo se enriquecieron personalmente, también promovieron la construcción de palacios, casonas o capillas en las que dejar memoria de su linaje o contribuyeron con sus fortunas a empresas que trascendían el ámbito burgalés. Aquí se recabaron los fondos que costearon la expedición a las Islas de la Especiería (1519-1522), viaje iniciado por Magallanes y concluido por Sebastián Elcano, el primero en dar la vuelta al mundo. La riqueza de los Maluenda, Polanco, Castro o Haro atrajo a artistas que idearían proyectos que todavía causan admiración: los Colonia padre e hijo, los Siloé, Juan de Vallejo, Felipe Vigarny. El clero y los mercaderes locales levantaron templos, capillas y alguna obra civil en las que dejar memoria de su paso por la tierra. Gracias les sean dadas.

Lo primero que encuentra el peregrino jacobeo es la iglesia de Santa María la Real y Antigua de Gamonal, sucesora del templo primitivo del siglo XI, cuando fue sede obispal de Burgos, trasladada desde Oca. De la construcción románica apenas queda más que un capitel. La fábrica gótica actual corresponde al siglo XIV. Gamonal, que por entonces era pueblo independiente, es hoy un populoso y reivindicativo barrio burgalés.

El camino conduce a uno de los rincones más hermosos de la ciudad: la plaza de San Juan, limitada al norte por la iglesia de San Lesmes, al sur por la biblioteca pública, al este por el monasterio de San Juan y al oeste por el río Vena y por algunos raigones de la primitiva muralla, que se abre en el arco de San Juan.

El monasterio de San Juan fue hospital de peregrinos de la orden benedictina. La primera construcción es del siglo XI, con reconstrucciones en los siglos XIV y XVI. Se conservan los muros exteriores y un claustro renacentista ocupado por las obras del pintor local Marceliano Santa María. Hace unos años se trasladó a este recinto la portada de la iglesia de Cerezo de Río Tirón, que anteriormente se encontraba en el paseo de la Isla.

San Lesmes es el santo patrón de Burgos, cuyos restos reposan en el centro de su iglesia, reconstruida en el siglo XIV sobre la primitiva del XI y ampliada un siglo más tarde, en una mezcla gótico-renacentista. El interior del templo es un pequeño museo en el que destacan el púlpito, el retablo mayor y el de Santa Cruz, el sepulcro de San Lesmes, y el de Cristóbal de Haro -protagonista destacado en la financiación de expedición a las Islas de la Especiería- y de su esposa Catalina de Ayala. 👇

La biblioteca pública ocupa parte del Hospital de San Juan, obra de Simón de Colonia, destruida en un incendio en 1949. Se encuentra en un edificio moderno acristalado, cuya puerta gótica es la misma que abría el desaparecido hospital. Estamos ante una de las joyitas de la ciudad. Creada a partir de los fondos obtenidos por el Estado en las desamortizaciones del siglo XIX, en su fondo antiguo reposan incunables, manuscritos y, como elementos VIP’s, la Biblia Románica de Burgos y la Biblia de Gutemberg.

La primera procede del scriptorium de San Pedro de Cardeña. Obra del siglo XII, está escrita en latín, en letra gótica y ornada con primorosas miniaturas. La segunda biblia es la única que se atribuye con seguridad a Gutemberg. Se la conoce también como la Biblia de 42 líneas por ser este el número de líneas de cada columna. Se inició su composición en 1452 en Maguncia, consta de dos tomos con un total de 1.282 páginas de papel.

Tras cruzar el puente sobre el río Vena, atravesando el arco de San Juan se entra en el casco antiguo de la ciudad. Al costado izquierdo de la calle de San Juan se abre la rúa de La Puebla que desemboca en la plaza de La Libertad. Allí se encuentra un edificio notable, ejemplar de gótico civil, escenario de instantes decisivos de la historia: el Palacio de los Condestables o Casa del Cordón. Fue mandado construir por Mencía de Mendoza al arquitecto Simón de Colonia, probablemente según proyecto de su padre, Juan de Colonia. Mencía, mujer ilustrada y mecenas, hija del marqués de Santillana y esposa de Pedro Fernández de Velasco, se aplicó a promover los grandes monumentos familiares mientras su marido se dedicaba a la guerra, de manera que bien pudo ofrecerle a su vuelta “palacio en que morar, quinta en que holgar y capilla en que orar y te enterrar”, en referencia, respectivamente, a la Casa del Cordón, la quinta de la Casa de Vega y la Capilla de los Condestables de la catedral.

Durante décadas fue también palacio real. Aquí recibieron los Reyes Católicos a Colón a la vuelta de su segundo viaje a América y en sus estancias murió Felipe el Hermoso. En él se alojaron Carlos I y Felipe II.

Retornando de nuevo a la calle de San Juan, antes de tomar la de Fernán González encontramos la iglesia de San Gil, adosada a la muralla. Está considerada la mejor muestra del gótico después de la catedral, con capillas debidas a Gil de Siloé, Juan de Matienzo y Juan de Vallejo. En al arco de la muralla había un torreón conocido como de las emparedadas, donde es creencia general que algunas mujeres se retiraban del mundo para meditar y hacer penitencia.

La calle Fernán González sigue el trazado del Camino de Santiago. A poco de comenzar encontramos la Casa del Cubo, obra del siglo XVI, actualmente Albergue municipal de Peregrinos del Camino de Santiago.

Poco más adelante, frente a la puerta de Coronería de la catedral, otro edificio singular: el palacio de Castilfalé, levantado sobre el solar de la casa de los Colonia. La primera construcción fue realizada por Juan de Vallejo, comprada por Andrés de Maluenda en 1565. Tras sucesivas reformas y no pocas vicisitudes -fue residencia de Fernando VII y de Napoléon- acabó en poder de los condes de Castilfalé que lo cedieron al Ayuntamiento de Burgos. Debidamente rehabilitado, actualmente acoge el Archivo Municipal. Además de sus muchos e importantes tesoros documentales guarda el piano de Antonio José, gran compositor burgalés que, como García Lorca, fue asesinado por los rebeldes en los primeros días del levantamiento militar de 1936.

A pocos pasos de este edificio nos topamos con la iglesia de San Nicolás, en cuyo interior se encuentra un retablo del siglo XV, diseñado por Simón de Colonia, obra de su hijo Francisco, una de las expresiones cimeras del Renacimiento castellano. Destacables son también sus tablas y sepulcros góticos.

Ascendiendo por la calle que nace entre esta iglesia y el palacio de Castilfalé se llega a San Esteban, de fábrica también gótica, levantada sobre una románica en el siglo XIII. Actualmente acoge al Museo del Retablo, que sería un objetivo en sí mismo si la ciudad no estuviera tan sobrada de oferta.

La calle de San Esteban conduce de nuevo a la de Fernán González. Cerca de su confluencia se encuentra el monumento funerario de El Empecinado, erigido por suscripción popular mediado el siglo XIX.

Un poco más adelante se sitúa el conocido como Solar del Cid, donde la tradición ubica la casa de Rodrigo Díaz de Vivar.

No lejos de este itinerario se encuentra la iglesia de Santa Águeda, en la calle de su nombre que nace en la plaza de Santa María. Quiere la tradición que en ella tuvo lugar la jura de Santa Gadea, en la que el Cid hizo jurar al rey Alfonso VI que no había tenido arte ni parte en la muerte de su hermano Sancho II, asesinado a las puertas de Zamora.

Un visitante que se precie no puede estar en Burgos sin pasearse por el Espolón, ronda no muy larga pero muy hermosa, lugar de cita de los burgaleses. En la plaza del Cid, al inicio del paseo, se encuentra la célebre estatua en bronce de Rodrigo Díaz de Vivar con su capa ondeando al viento, obra de Juan Cristóbal González de Quesada. El puente de San Pablo, por donde el Cid partió al destierro, está flanqueado por esculturas vinculadas a la figura del Campeador.

Atravesando el río Arlanzón por el puente de Santa María en la calle Miranda se encuentran las casas de Miranda y de Íñigo Angulo, unidas ambas en el Museo de Burgos, otro de los maravillosos secretos escondidos de la ciudad.

En la calle Madrid permanece en pie, aunque maltratado por el tiempo, por la francesada y por los excesos urbanísticos municipales, el hospital de la Concepción, obra renacentista del siglo XVI. Creado por una fundación benéfica del mercader Diego de Bernuy, fue posada de peregrinos, en la que también se alojó Santa Teresa de Jesús. Facultad de Medicina durante un tiempo, su huerta tenía fama por las hierbas curativas que en ella se cultivaban. Las tropas francesas lo convirtieron en cuartel. Actualmente adscrita a la Universidad de Burgos está a la espera de una restauración muchas veces anunciada.

No lejos de este edificio se encuentra la iglesia de San Cosme y San Damián (S. XVI), con su espléndida portada de Juan de Vallejo.

Volviendo al río Arlanzón nos topamos con el Instituto López de Mendoza, también del siglo XVI, fundado por el cardenal Íñido López de Mendoza como colegio de San Nicolás para la educación de niños pobres de la ciudad. Su fachada ostenta los escudos de los Velasco y los Mendoza. Actualmente acoge el IES Cardenal López de Mendoza.

En este punto se abre un agradable paseo en las riberas del río que en dirección este conducirán al paseo de la Quinta y en dirección oeste al paseo de la Isla. Porque ese es otro de los atractivos de Burgos, sus paseos urbanos, hermosos en cualquier estación, y el río Arlanzón atravesando la ciudad y cobijando a una fauna variada: ocas, patos, garzas, lavanderas, petirrojos, incluso alguna nutria.

En el paseo de la Isla se alza el palacete neogótico de finales del XIX, construido por el banquero y abogado Juan Muguiro, que alojó al general Franco durante la guerra civil y actualmente es sede del Instituto Castellano de la Lengua.

El paseo lleva al puente de Malatos que conduce al Hospital del Rey, mandado construir por la reina Leonor Plantagenet y su marido, el rey Alfonso VIII, dependiente del monasterio de las Huelgas. Fue uno de los hospitales mayores del Camino de Santiago. Inicialmente era conocido como Hospital de la Reina, pero como la historia la escriben los hombres, enseguida pasó a llamarse del Rey. La desamortización, primero, la guerra civil luego, durante la que fue habilitado como hospital para las tropas marroquíes, y nuestra proverbial incuria estuvieron a punto de arruinarlo definitivamente. Afortunadamente, tras una inteligente restauración, actualmente acoge la facultad de Derecho y el rectorado de la Universidad de Burgos.

Cerca de la puerta de Romeros de este hospital se encuentra la ermita de San Amaro, donde está enterrado el Santo. El pequeño jardín que rodea la ermita sirvió de cementerio a los peregrinos que morían en el hospital.

Habrás oído, sin duda, que esta es una ciudad fría, además de aquello de los militares y los curas. Bien, cálida no es e, incluso con el calentamiento global, no estará de más que incluyas en tu maleta una rebequita por si refresca al caer el sol. También es verdad que pocas ciudades hay como esta para pasar el estío frescos y entretenidos. Ah, en cuanto a los curas, alguno queda, por lo general cargado de años, pues aquí como en el resto del país, las vocaciones escasean. Prueba de ello es que los antiguos seminarios menor y mayor se encuentran semi vacíos, con apenas una treintena de seminaristas, según cuenta el periódico local. El arzobispado de Burgos vendió el antiguo seminario mayor, previsto para acoger a cientos de aspirantes a curas, convertido actualmente en un hotel y sede de una universidad privada.

Más probable es que el visitante se encuentre con alguna fiesta -con suerte amenizada por Fetén-Fetén o La MODA (La Maravillosa Orquesta Del Alcohol)- dos de los grupos locales que triunfan dentro y fuera de Burgos.

Fotos: ©Valvar

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