Chinchilla de Montearagón (Albacete) es una población colgada en el cerro de San Blas, con unas excavaciones arqueológicas extraordinarias, unas edificaciones que hablan de su importancia como villa cristiana y un urbanismo intrincado que evoca su origen árabe.
En este bonito pueblo estrenamos nuestra primera andanza de 2025. Preparamos el viaje tan pronto como los Reyes Magos se recogieron en sus predios y empezaron las rebajas de enero. La Heredera Menor ha estado recientemente en Albacete y ha venido hablando maravillas de la ciudad y provincia, convenciendo al Colega. Eso, unido a su fervor por las producciones iberas expuestas en el Museo Arqueológico Nacional (MAN) procedentes del yacimiento Pozo Moro de Chinchilla de Montearagón, acabó de decidirnos.





Ya puestos, podemos pasar por Murcia y llegar a Cartagena, propone él. Sé que me espera una inmersión en los hallazgos arqueológicos y el mundo romano, que no es el viaje de mi vida, pero me acomodo de buen grado, unas veces por uno, otras por otro.
Cuando preparamos la salida pregunto al Colega qué ropa quiere llevar: el chambergo, responde. Su chambergo es una especie de tanque plumífero para expediciones a la estepa siberiana, alternativamente, para el invierno burgalés. La Aemet da máximas de 14º en Albacete y de 22º en Murcia y Cartagena, le informo, quizá será suficiente con una cazadora de cuero, propongo y él acepta.

Salimos de Madrid todavía de noche, vemos amanecer en la carretera y a las 10 de la mañana estamos en Chinchilla de Montearagón, a 13 kilómetros de la capital albaceteña. En los 250 kilómetros recorridos la temperatura no ha subido de los 2º y ahí sigue cuando aparcamos el coche junto al castillo, apenas visible por la niebla que nos ha acompañado en los últimos kilómetros. Por si fuera poco, sopla un viento gélido. Hasta yo echo en falta el chambergo del Colega.



Como el castillo está cerrado, descendemos hasta las Cuevas de San Julián, viviendas excavadas en la ladera, con sus características chimeneas cónicas. Las vistas desde allí son estupendas -se divisan los llanos de la Mancha, los Montes de Chinchilla y, a lo lejos, las Sierras del Segura y Alcaraz- y deben serlo aún más a la caída de la tarde pues una de las cuevas se ofrece como Mirador del Atardecer.




Se cree que estas casas-cueva son de origen árabe, aunque se extendieron a partir del siglo XVI, tras la expulsión de judíos y musulmanes en tiempo de los Reyes Católicos, en un intento de sus habitantes de mantenerse fuera del control administrativo y eclesiástico.


Cuenta la tradición que este población donde ahora tiritamos fue fundada por Hércules en persona, hacia el siglo VII a.C. La producción expuesta en el MAN, extraída del yacimiento arqueológicos cercano, de la que ya hemos hablado, demuestra que la zona estuvo ocupada desde tiempos remotos.
Los musulmanes se asentaron en el siglo VIII y durante el califato de Córdoba fue una de las poblaciones más famosas del reino de Murcia. Las tropas castellanas de Alfonso X -todavía infante-, junto a las de la Orden de Calatrava y las de Jaime I de Aragón la conquistan en 1242. En 1244 el futuro Alfonso X pacta con los descendientes de Ibn Hud, último rey de Murcia, la cesión del dominio de la plaza.
En el ámbito del poderoso marqués de Villena, en el siglo XIV Juan II la incorpora a la corona de Castilla; por su resistencia a ser conquistada por Aragón recibe el título de ciudad, capital de la Mancha de Aragón. Los Reyes Católicos juran sus Privilegios en 1488, concediéndole el título de Ciudad Noble y Muy Leal que aparece en su escudo.

Su posición estratégica y fortificada fue escenario de frecuentes guerras; en la de Sucesión española fue tomada por el archiduque Carlos y en la de la Independencia las tropas francesas se apoderaron del castillo y volaron el torreón del homenaje.
Fernando VII le concedió el título de Fidelísima; durante el Trienio Liberal fue capital de la provincia de Chinchilla, que acabó recayendo en Albacete, con la división administrativa de 1833, zanjando así una rivalidad que se arrastró durante décadas. La ubicación de Chinchilla en un promontorio de complicado acceso la perjudicó en su rivalidad con la entonces aldea de Albacete, situada en llano.






De esa larga historia conserva su fortaleza amurallada en la que se asentaron iberos, romanos y árabes antes de que en el siglo XV se levantara la construcción actual, con un foso excavado en la roca de diez metros de ancho y seis de profundidad; sus cuevas y baños árabes; los conventos de Santo Domingo y Santa Ana, la ermita de San Antón, la iglesia de Santa María del Salvador; su Ayuntamiento de fachada dieciochesca, sus casonas de piedra blasonadas, todo lo cual hace de Chinchilla Conjunto Histórico Artístico.
Es famosa su Semana Santa, que arranca en el siglo XVI, y su Festival de Teatro Clásico, que se celebra anualmente en el mes de julio. Considerada cuna de la alfarería provincial, cuenta desde 1980 con un Museo Nacional de Alfarería con dos millares de piezas.
Bien oreados en nuestro paseo por el castillo y las cuevas, descendemos por el intrincado callejero hasta la Plaza de la Mancha, el corazón ciudadano, donde se levanta la iglesia de Santa María del Salvador, de portada gótica, interior barroco y buena rejería fechada en 1503, el Ayuntamiento y el Casino, y por donde no cesan de pasar coches.

De uno de los balcones cuelga una pancarta en la que se lee: “No a la planta de biogas”. Al fondo de la calle, aparece el castillo, testigo del paso del tiempo.

Nos dirigimos a la Oficina de Turismo, que ocupa el renacentista Pósito de los Pacheco, apellido unido al marquesado de Villena, y la encontramos cerrada, por estar atendiendo a una visita guiada. Decididamente, no hemos escogido un buen día para visitar Chinchilla de Montearagón.


Todavía vivimos una peripecia para salir del laberinto callejero, empeñado el GPS en que pasemos por donde no cabe el coche, ni para adelante ni para atrás, alcanzamos por fin la carretera, donde tomamos un café para entrar en calor.
Tendremos que volver cuando no haga tanto frío ni niebla, propongo. El Colega, aún dolorido por el raspón de su coche, asiente con la cabeza.
Fuentes: Ayuntamiento de Chinchilla de Montearagón
Fotos: ©Valvar


