¿Por qué te gusta el impresionismo y te deja frío el cubismo? ¿Por qué te emociona más la Anunciación de Fra Angelico que la de El Greco? ¿Alguien puede responder? ¿Por qué te gusta tanto el románico?, me preguntan a veces y no sé qué responder. Todo lo más puedo sugerir que en el origen de esa afición se encuentra San Pedro de Tejada.

Ocurrió hace ya muchos años. Llegábamos con el ánimo aún sobrecogido por el espectáculo que se nos había ofrecido en el puerto de la Mazorra, en la carretera CL-629. Según supimos luego, en determinadas ocasiones, cuando se ponen de acuerdo el sol, las nubes, la temperatura y vete a saber qué mas elementos la luz se filtra de una manera especial en el Valle de Valdivielso brindando un paisaje que parece irreal.

De este valle, regado por el río Ebro, se cuenta que en otro tiempo fue conocido como la Tebaida burgalesa por la abundancia de conventos y eremitorios que escogieron este lugar para asentarse. Aún hoy conserva un buen puñado de iglesias que bien valen una visita. Nosotros empezamos por la de San Pedro de Tejada.


En Valdenoceda tomamos la N-232 y en Puente Arenas seguimos la indicación que conducía a nuestro destino. En la actualidad la propiedad se encuentra doblemente vallada, con un muro de piedra y una enrejada metálica, pero entonces era un lugar abierto, de manera que en una de las vueltas del camino creías hallarte ante una aparición, así de hermosa aparecía la pequeña iglesia, a la sombra de la Sierra de la Tesla. Añadiré, aunque hoy cueste creerlo, que la hallamos abierta y sin nadie alrededor. Pudimos, pues, recorrerla a nuestro antojo, entrar y salir de ella, subir a la torre, bajar y volver a subir las veces que quisimos.

La impresión que nos produjo en aquella primera oportunidad fue la de encontrarnos en una obra recién terminada, apenas se apreciaba en sus muros el paso del tiempo, excepto en la mutilación de penes de algunos canecillos. Después hemos vuelto decenas de veces, procuramos hacerle al menos una visita al año. Nos sigue pareciendo esplendorosa pero cada vez encontramos más dificultades. En la reja que cierra el acceso un letrero advierte del horario de visitas guiadas.

El monasterio de San Pedro de Tejada se fundó probablemente en las primera décadas del siglo X. Al frente de una comunidad de treinta y tres eclesiásticos estaba el abad Rodanio. En el siglo XII se incorpora como priorato al Monasterio de Oña; probablemente es en este tiempo cuando se levanta la iglesia que conocemos. Del monasterio no quedan restos, el edificio que encontramos junto a la iglesia es obra muy posterior, utilizada como almacén.




Estamos ante una construcción en piedra de sillería no muy grande pero de gran esbeltez. A esta sensación no es ajena su torre, que se levanta sobre el falso crucero del primer tramo de la nave. Es de dos cuerpos, separados por una moldura de baquetón, el inferior con arcos ciegos de medio punto en cada lienzo y el superior con dos arcos geminados también de medio punto; prototipo que se repite en las iglesias de El Almiñé y Tabliega. En los murosde la iglesia se abren cuatro ventanas, dos en el ábside y dos en los muros de la nave.



De esos y de otros detalles más los visitantes se percatan cuando han pasado un rato admirando su portada, que se abre en un antecuerpo del muro occidental de la nave, rematado por un tejaroz sostenido por ocho canecillos que representan a los cuatro evangelistas en versión tetramorfos y cuatro ángeles alados. En el centro, flanqueado por San Lucas y San Marcos, un relieve en mandorla representa a Cristo con los brazos extendidos.




Debajo del tejaroz dos bajorrelieves nos ofrecen un Apostolado, tres parejas a cada lado. Bajo el de la derecha, un altorrelieve representa a un hombre bajo las patas de un león, simbolizando el León de Judá, Cristo, que perdona a quien le implora. A la izquierda, una esquemática Última Cena: Cristo rodeado de dos discípulos. A un lado, Juan se recuesta sobre el Maestro, y al otro, Judas, recibe de su mano un trozo de pan mientras él hurta un pescado.


Historiadores y expertos en arte, como Pérez Carmona, han hallado similitudes entre esta portada y la del monasterio de San Quirce. Un monumento también de propiedad privada, como San Pedro de Tejada, que permanece cerrado al público, respondiendo al principio de que quien paga manda, si los responsables del patrimonio miran para otro lado.



Las arquivoltas y las columnas en que se apoyan están decoradas con motivos vegetales. El hastial remata en piñón agudo, en el que se distingue apenas un cuadrúpedo que parece un león, enmarcado en motivos florales. En este muro se abre un ventanal trilobulado.
La puerta da acceso a un interior al que los propietarios tienen prohibido hacer fotos. Estamos ante una iglesia de una sola nave, con bóveda de cañón y arcos fajones, rematada en ábside semicircular con arcos ciegos. Los capiteles del interior, en los que aún se conservan restos de la policromía original, están a la altura de la manufactura escultórica del monumento.
En el muro norte se abre una puerta que, según se cree, pudo comunicar con el antiguo monasterio desaparecido. Una escalera de caracol que se abre en el muro sur lleva a la torre, que en el exterior conforma un cubo a lo largo del muro.








Los canecillos distribuidos a lo largo de los muros y del ábside de la iglesia son un repaso a la iconografía románica. No falta nadie. Vemos un clérigo sosteniendo una cruz; a otro con un hisopo en la mano; uno más apoyado en un bastón en forma de tau; a otro sentado con un libro sobre las rodillas. Hay una figura que toca un instrumento de cuerda; una figura sentada, que mira de frente y sujeta entre las piernas un arpa que toca con ambas manos. Hay también un diablo con cabeza humana y cuernos que tiene bajo sus pies un ser humano; un acróbata desnudo, boca abajo y de espaldas.




Hay una profusión de animales: águilas, cabras, ciervos, leones, lobos, perros…

En lo que parece una escena social, cuyo significado se nos escapa, aparecen tres hombres: el del centro toca un instrumento de cuerda con arco, otro hace sonar un cuerno y el tercero se mesa las barbas.


No puede faltar un Sansón desquijarando a un león, o el mismo Sansón dormido mientras Dalila le corta el pelo.

Hay algunos personajes considerados eróticos o impúdicos. Los más explícitos son los de un hombre y una mujer, ambos levantándose la ropa para mostrar sus respectivos sexos. Desde que he leído a Isabel Mellén y su Tierra de Damas, no veo en estas poses nada procaz sino el propósito de demostrar publicamente la capacidad engendradora de estos personajes, la potencia de su linaje.

Me gusta especialmente la escena que evoca la tentación de Adán y Eva en la que aparece el árbol de la vida con la serpiente en el centro, junto a Adán comiendo el fruto prohibido y Eva tapándose el sexo. Ese rostro de ella mirando al frente no es exactamente el de la Eva de Autun que cinceló el maestro Gislebertus pero parece imbuida del mismo espíritu.
Una tradición que recorre el Valle de Valdivielso asegura que en 1603 llegó a San Pedro de Tejada un trozo de la Vera Cruz, reliquia que fue trasladada a Quintana en 1845. Para entonces todas las propiedades de la ermita habían sido adquiridas por la familia Huidobro. El secretismo que rodea cuanto se refiere a esta fábrica, declarada Bien de Interés Cultural, impide conocer cuanto se refiere a la situación de lo adquirido. El retablo del siglo XVI pintado por el Maestro de Oña, fray Alonso de Zamora, que permaneció en la cabecera de la iglesia hasta mediado el siglo XX, fue restaurado y actualmente puede contemplarse en el Museo del Retablo de Burgos.
San Pedro de Tejada pasa por ser, y a nosotros nos lo parece, una de las construcciones románicas más relevantes de los Valles de Valdivielso y de Manzanedo y aún de toda la provincia. Su influencia se percibe en las iglesias de Escóbados de Abajo, Gredilla de Sedano, El Amiñé o Tabliega. Pero sus tiempos gloriosos pertenecen al pasado. Sus actuales propietarios -quienquiera que sean- parecen más interesados en dificultar su conocimiento que en facilitarlo. Entre los aficionados al románico se pasan en secreto la forma de aproximarse a la ermita, si uno está lo suficiiente ágil. En nuestras, reitero, múltiples visitas nunca hemos encontrado dos veces a la misma persona que ejerce de guía. La rotación laboral debe ser otra de las características de la propiedad. Me encanta ver la cara que ponen los sucesivos guías cuando les decimos que nosotros hemos subido a esa torre. Varias veces, además.
Empero, San Pedro de Tejada sigue siendo un lugar fascinante, como recién levantado. Sea la luz del Valle de Valdivielso, la magia del entorno o el encanto que acertaron a crear los maestros constructores del románico compensan con creces el viaje.











Ahora ya se puede visitar y hay horarios y un teléfono en la verja para concertar visitas. Las primeras veces que fuí tenías que saltar una valla o entrar por un hueco de la alambrada re rodeaba la finca, porque es una finca privada. La iglesia es una maravilla y se puede contemplar desde todos los ángulos y se puede visitar el interior. Imprescindible de ver. Para mí, de lo mejor de Burgos y con románico bueno por los alrededores.
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