Tras-os-Montes es una provincia portuguesa situada en el noreste del país, lindando con las provincias de Zamora y Orense. Tradicionalmente ha pasado por ser una de las zonas más pobres y la menos poblada del país, emisora de emigración. En 1998 Julio Llamazares escribió “Tras o Montes, un viaje a Portugal”, que nosotros leímos en 2014, lo que nos dio idea de repetir el itinerario del escritor.
Partiendo de Burgos, llegamos a Puebla de Sanabria, donde tomamos la carretera ZA-925 y atravesamos la raya siguiendo por la N-103-7 que conduce a Braganza. La calzada está en buen estado pero el trazado parece obra de alguien bebido, una sucesión de curvas. Atravesamos la Sierra de Montesinho, un territorio boscoso con pueblos poco poblados, escenario propicio del antiguo contrabando, protector de los viejos y combativos maquis, a un lado y otro de la raya.
En los valles vemos castaños, viñas y olivos, de los que se extrae un aceite muy característico. En los pueblos, comparten espacio las viviendas tradicionales -idénticas a las de sus vecinos gallegos y astures- con las nuevas casas, muchas de ellas construidas siguiendo los modelos de países europeos, previsiblemente el nuevo lugar de residencia de los trasmontanos emigrados. Así y todo, la impresión general era menos dramática que la que emanaba del libro de Llamazares. Aunque lentamente, la región se iba incorporando a la modernización que estaba viviendo Portugal aprovechando la financiación comunitaria. Paramos para hacer fotos y vemos pasar varios turismos, dos furgonetas, una moto, una bicicleta y un autobús de viajeros.



A la entrada de uno de los pequeños pueblos que se suceden en el camino, vemos un gamo agazapado en la cuneta, el Colega aminora pero el animal, asustado, salta delante de nosotros. El Colega frena en seco y sale corriendo tras el animal, que se ha internado en el bosquecillo cercano, por ver si se ha herido. Yo salgo corriendo también, a ver si se ha golpeado el coche. Gamo y vehículo han salido ilesos del percance.
Bragança para los portugueses, Braganza para los españoles, es la capital de la comarca del alto Tras os Montes. Situada a 700 metros de altitud, su silueta se distingue en la distancia por el perfil inconfundible de su castillo. Estamos en la cuna de la última dinastía que gobernó Portugal, el ducado de Bragança.
En verdad, se trata de dos ciudades, bien entrelazadas pero distintas. La Brigantia de los celtas, convertida en Juliobriga romana (una de las ciudades así bautizadas en honor a Julio César) se convirtió en el medievo en castillo fortaleza desde la que se contempla la moderna, laboriosa y estudiosa Braganza actual, que recibe a los emigrantes que retornan y cada año acoge a cientos de estudiantes europeos que cursan su erasmus en el acreditado Instituto Politécnico.




La vida en la ciudad nueva gira en torno a la Plaza de la Sé. Además de la catedral antigua, cerca de ella se encuentran la iglesia de la Misericordia, el Solar de los Calaínhos, con nueve puertas y escudos de armas y el Solar de Veiga Cabral, actual Centro de Arte Contemporáneo. En algunas de sus numerosas rotondas se han instalado conjuntos escultóricos.



La amurallada ciudadela medieval se alza sobre una colina. Se puede acceder en coche hasta el interior del castillo, después de atravesar las dos puertas, primero la de San Antonio y luego, la de la Vila. Estamos en una construcción mandada erigir por el primer rey de Portugal, Alfonso Henriquez, en 1130. Su hijo, Sancho I, recuperó la ciudad, que había sido tomada por el rey de León, mejoró el amurallamiento y en 1187 construyó el Castillo. Por su cercanía a la frontera, el castillo sufrió grandes daños en los frecuentes enfrentamientos hispano lusos. Braganza jugó un destacado papel en las guerras napoleónicas.



El ducado de Braganza fue creado en 1442 por Alfonso V, para su tío Alfonso, que era hijo extramatrimonial del rey Juan I. La Casa de Braganza sería una de las más poderosas de Portugal y desde 1640, cuando el país se independiza de España, se sentaría en el trono portugués, hasta 1910, cuando se )proclamó la República.
Como toda fortaleza que se precie, también esta tiene su leyenda. La Torre de la Princesa tiene varias y todas hablan de mujeres de vida desgraciada. La más extendida se refiere a la princesa mora/cristiana encerrada en ella por haberse enamorado de un joven cristiano/moro. Otra recuerda a la infanta doña Sancha, hermana del primer rey de Portugal, que aquí sufrió el menosprecio de su marido, Fernão Mendes. Y una tercera habla de doña Leonor, hija del tercer duque de Medina Sidonia, casada con el cuarto duque de Braganza, quien la mantuvo presa en la torre porque para eso era el dueño. La torre tiene un aire sombrío, sea por el recuerdo de tanta desgracia o por la proximidad de la imponente Torre del Homenaje, con sus escudos de la Casa de Avis y sus ventanas geminadas.


Dentro también de la fortaleza encontramos un ejemplar de arquitectura románica civil del siglo XII, que se tiene por único en la península ibérica. Conocido como Domus Municipalis tiene forma de pentágono irregular y consta de dos espacios: en la planta baja, la cisterna o sala de agua, donde se recogían las aguas pluviales; en el piso superior un salón rodeado de ventanas es la casa de Cámara. Debe el nombre a haber sido Cámara Municipal (Ayuntamiento) de Braganza, aunque se desconoce cuál fue su función inicial. La fortaleza es Monumento Nacional desde 1910.


En una plazoleta arbolada junto al castillo se asienta una escultura de jabalí prorromana, quizá de la Edad de Hierro, que sirve de base a un Pelourinho o picota gótica. Las murallas tienen varios puntos de acceso y pueden recorrerse casi en su totalidad.


Entre que llegamos en un día laborable, que hemos madrugado y que los bragantinos parecen preferir la ciudad moderna, nos encontramos solos en la ciudadela. Entramos en una taberna con la pretensión de tomar café; no tiene café pero a cambio el tabernero nos ofrece una amable conversación sobre la vida en Braganza y una ginginha (licor de cerezas) elaborada por él mismo en un aparato que nos muestra. Las dos copas, un euro. En la pared cuelga un letrero que reza así: Yo soy un gran cristiano y rezo 15 misterios enteros para que Nuestra Señora me libre de los deudores. Pagamos religiosamente.

A medio camino de la ciudadela a la ciudad moderna se encuentra la pequeña iglesia de San Vicente, de origen románico, escenario, según la tradición, de la boda secreta de don Pedro con doña Inés de Castro, amantes de trágica historia, cuyos restos reposan en Alcobaça.
Nos pareció una buena manera de despedirnos de la ciudad de Braganza.
Fotos: ©Valvar
