La comarca de las Cinco Villas es un compendio del románico rural de Aragón y, en este, un resumen de los trabajos salidos del Taller del Maestro de Agüero o Maestro de San Juan de la Peña.




Habíamos quedado tan admirados en nuestra primera aproximación en junio de 2020 que volvimos al año siguiente, ahora con Sádaba como centro de operaciones. Intentando conjugar nuestras ganas de viajar con la cautela por la pandemia de covid elegimos este lugar por su localización en una comarca no demasiado turística y por su hospedería, perteneciente a la cadena de Hospederías de Aragón. Éramos los únicos huéspedes y nos trataron muy bien. Acertamos de pleno en cuanto a la concurrencia pero todavía encontramos la mayor parte de los lugares cerrados. Y nos convencimos de que a las Cinco Villas hay que volver siempre que se pueda porque siempre habrá algo románico por descubrir.

Sádaba es una población agrícola con dos tesoros en su casco, su castillo y su iglesia, y otros dos en su término: la ermita de Puilampa y el mausoleo de los Atilios.



El castillo se levanta sobre un altozano rocoso, es obra del siglo XIII, con sillares bien trabajados y una ciudadela defensiva con siete torres almenadas. De planta rectangular, ocupa unos 1.000 metros cuadrados.




La iglesia parroquial de Santa María es de estilo gótico levantino del siglo XVI, de planta de cruz latina y una sola nave. Una inscripción de su interior recuerda que en 1542 pasaron por aquí Carlos I y su hijo Felipe II y que la iglesia fue consagrada en 1549.
Desde Sádaba se llega a Puilampa por la carretera A-1201. A los cinco kilómetros hay que tomar el camino de San Francisco, donde se levanta la Cooperativa Agraria de San José. Allí preguntamos si podríamos ver la iglesia abierta y nos contestaron que sí, a condición de que encontráramos alguien en la finca.


Puilampa es topónimo derivado de Podium Lampadii, que viene a ser faro en el camino y así debió ser para los peregrinos que se dirigían a Santiago. Se levanta cerca del río Riguel y no lejos del monasterio femenino de la Virgen del Cambrón.



La primera vez que llegamos (mayo de 2021) lucía un sol brillante y el campo estaba cuajado de flores. No encontramos a nadie en la finca y, por lo tanto, hubimos de conformarnos con ver el exterior. De lejos, nos impresionó su imagen de joya solitaria, como olvidada en el tiempo. De cerca es aún más hermosa. La iglesia es el único resto aparente de una antigua casa de canónicos donado por Ramón Berenguer IV al hospital y priorado de Santa Cristina de Somport. Estamos ante una construcción en piedra de sillería de finales del siglo XII, planta basilical de una sola nave y ábside circular.






La portada se abre a poniente formando un arco de medio punto con seis arquivoltas abocinadas decoradas con motivos geométricos que apean en columnas lisas rematadas por capiteles decorados con motivos vegetales y geométricos, habituales en las construcciones cistercienses. Remata la portada un guardapolvo ornado con lazos en forma de ocho, original moldura recorre todo el templo.


En el tímpano, un hermoso crismón trinitario inscrito en un disco orlado en zigzag flanqueado por dos árboles de cuyas ramas penden piñas sobre los que aparece el sol con nueve rayos y la luna en cuarto menguante. Hay una segunda puerta en el muro sur, que quizá pudo comunicar con un espacio ya desaparecido.



Los muros laterales se adornan con columnas pareadas y haces de columnas en sus cuatro ángulos.



El ábside se articula en tres paños separados entre sí por haces de tres columnas rematadas en capiteles vegetales.
No se conoce mucha documentación referida a Puilampa, pero lo que los papeles callan lo dicen las piedras. Aparte de las muchas marcas de cantero que se observan en sus piedras, en el interior del templo hay una inscripción que reza: “ERA MCCXXVIIII”, quizá esta fecha, el año 1181, sea la de su consagración. En una de las columnas del muro oeste aparece otra inscripción, que habla del sacerdote “GIL GASTON DE PODI LAMPA”, que se interpreta como una «pintada» de dos personas asistidas en 1222, cuando el complejo hospitalario de Puilampa atendía a los peregrinos a Compostela.




En la base del tímpano una nueva inscripción indica: “PORTA PER HANC CELI FIT PER VIA QUOQUE FEDELI”, esto es, “por esta puerta se abre el cielo a cualquier fiel”. Para rematar, en la rosca interior de la portada puede leerse: “BERNARDUS ME FECIT”, para que no olvidemos quién fue el autor de esta pequeña maravilla. En esa soledad del campo, emociona la pulcritud de la labra de Bernardus. ¿Cuántos peregrinos habrán hollado este suelo que ahora pisamos nosotros?

No encontramos a nadie a quien pedir la llave pues, por muy monumental que parezca, la iglesia fue privatizada por la desamortización de Mendizábal y privatizada sigue. Aunque, afortunadamente, bien conservada. En septiembre volvimos, aprovechando otro viaje. El cielo estaba gris y el campo presentaba un aspecto otoñal, tampoco encontramos a nadie que pudiera abrirnos. Nos despedimos de Puilampa con admiración.




Dispuestos a recorrer de nuevo las iglesias románicas de la comarca nos encaminábamos a Uncastillo por la carretera A-127 cuando el Colega recordó que por allí había un monumento romano. En efecto, a dos kilómetros de Sádaba y siguiendo un camino que se abre en el lado izquierda de la carretera se levanta una especie de pared de piedra que en el pueblo llaman el “altar de los moros”, por esa inclinación que tenemos en casi cualquier región a identificar como de los moros cualquier piedra de origen desconocido. Hay que ir con cuidado porque, como suele ocurrir, la señalización es regular y a poco que te descuides te has pasado. Que es lo que nos ocurrió a nosotros. Se trata de un monumento funerario romano del siglo II (193-235 d.C.) correspondiente a la época de los Severos mandado levantar por Atilia Festa para acoger los restos de su familia: su abuelo, C. Atilius Quirina, su padre, L. Atilius Festa, y los de ella misma. Así lo indican las inscripciones que se conservan en la parte superior del monumento. Lo que nos ha parecido un muro es lo que queda de la fachada principal del mausoleo-templo.

Sea porque el monumento se encuentra aislado en mitad del campo, rodeado/protegido de un sencillo alambrado, sea porque fue levantado por una mujer como expresión del respeto de Atilia a sus ancestros, sea porque me pilla en un momento moñas las piedras me conmueven. ¡Quién les iba a decir a los Atilios que su memoria permanecería dos milenios después de su muerte!.
Fotos: ©Valvar

Habrá ir a homenajear a Atila
Me gustaMe gusta