Bruselas

Bruselas fue la ciudad favorita del emperador Carlos, cuando en el siglo XVI gobernaba en media Europa. Desde 1830 es la capital de Bélgica y, de alguna manera, también la capital de Europa pues allí radican los órganos de decisión de la Unión Europea.

Nuestro principal interés era conocer el gótico civil europeo para compararlo con el gótico español, anclado en las iglesias, salvo contadas excepciones. El gótico flamenco es reflejo del poder que la sociedad civil centroeuropea tuvo -origen del que tiene- pese a los enfrentamientos religiosos que también por ahí se registraron. La arquitectura civil de Bruselas es realmente grandiosa, tanto los edificios medievales como los modernos, los de art-nouveau o los más vanguardistas del barrio comunitario.

Así que en cuanto pusimos el pie en Bruselas lo primero que hicimos fue ir a la Grand Place- y una vez allí, dirigirnos al Café Le Roi d’Espagne, donde nos tomamos la primera de nuestras cervezas belgas, la Leffe, la preferida de Jacques Brel, uno de mis cantantes favoritos, y desde donde pudimos contemplar a placer las construcciones que cierran este espacio, presidido por el ayuntamiento, construido en 1420.

La Grand Place -inicialmente mercado, hoy es la plaza mayor de Europa- es particularmente bonita cuando comienza a oscurecer y se enciende una tenue iluminación que no molesta. Grupos de turistas deambulan y se desparraman por las calles adyacentes que van hacia las galerías Hubert y la zona de restaurantes hasta la Rue de Marché des herbes y Rue des Bouchers.

Bruselas existía antes que el país belga y mucho antes que el concepto de federación de países europeos. Su castillo de Coudemberg y su muralla fueron construidos en el siglo XII, Carlos de Habsburgo, luego Carlos I de España y un poco después emperador Carlos V, hijo de la reina Juana I y de Felipe I el Hermoso, la engalanó como capital de Brabante y celebró aquí sus consejos de gobierno.

Bruselas huele a chocolates y dulces, dondequiera que mires ves pastelerías con un aspecto estupendo.

En las galerías Hubber nos tomamos un chocolate del que aún nos relamemos.

Es imposible estar en Bruselas y no comer los típicos moules frites, esto es, mejillones con patatas fritas. Los pedimos en Le Roi d’Espagne y nos recordaron que estábamos en junio y no era temporada; sin embargo, la misma primera noche los degustamos en Chez Leon, uno de los restaurantes antiguos y tan popular como el primero, como luego pudimos comprobar.

Como buenos guiris, buscamos el famoso Manneken Pis, un muñeco de bronce cuyo mérito es estar miccionando sin pausa, disfrazado con los trajes más estrafalarios que puedas imaginar. Según nos contaron, parece que el pequeño meón evoca la hazaña de un niño que salvó a la ciudad de una explosión orinando sobre la mecha de una bomba lanzada por las tropas españolas del duque de Alba durante la guerra de Flandes.

También visitamos a la Jeanneken Pis, medio escondida al lado de una ventana enrejada. A ella, al menos, no la disfrazan. Como era obligado, acudimos a la casa del cantautor Jacques Brel.

La catedral de Bruselas se inició en 1226 y se terminó en el siglo XV, las torres de su fachada se levantaron entre 1470 y 1485 en estilo gótico. De siempre ha estado dedicada a Santa Gúdula, patrona de la ciudad, cuya vida tiene tales ribetes legendarios que se ha dudado de su existencia real. El pragmatismo eclesiástico lo ha resuelto poniendo el templo bajo la advocación de San Miguel y dicha santa.

En la plazoleta frente a la catedral hay un busto del rey Balduino que más parece de Frankestein.

En el camino que va de la Grand Place a la catedral de Santa Gúdula encontramos un monumento a Cervantes con las figuras de don Quijote y Sancho, en la que aquel tiene un sorprendente parecido con el actor Sean Connery. El conjunto es réplica del que se encuentra en la Plaza de España de Madrid y se instaló no lejos de la Plaza de España de Bruselas en 1989, durante la presidencia española de la Comunidad Europea.

Realmente, nos sorprendió la cantidad de esculturas que encontramos en nuestros paseos por la ciudad.

En Bruselas estuvimos dos jornadas. Empezamos allí el único viaje que hemos hecho organizado y en grupo que nos llevó por varias ciudades belgas y holandesas. La experiencia resultó interesante: vimos muchas cosas en poco tiempo pero todas de modo un tanto superficial a pesar de que se trataba de un grupo de personas mayores en el que nos concedieron más tiempo libre del que suele ser habitual.

Ya agrupados y en autobús visitamos otro de los símbolos de la ciudad, el Atomium, construido para la Exposición Universal de 1958, una construcción de 103 metros de altura formada por nueve esferas unidas por tubos.

También vimos el Teatro Real, las grandes avenidas de los palacios reales y el novísimo barrio de los organismos comunitarios.

Me interesó especialmente el palacio de Coudemberg por su vinculación con la corona española. Este fue uno de los ppalacios que maravilló a la joven Juana de Castilla cuando llegó a Flandes para casarse con Felipe de Habsburgo. En su capilla se guardaba el tesoro de la Orden del Toisón de Oro y en su aula magna se reunieron en 1465 por primera vez los Estados Generales de los Países Bajos borgoñones representando a la burguesía, el clero y la nobleza; en el mismo lugar se celebró en 1515 la ceremonia de emancipación del heredero del ducado de Borgoña, el joven Carlos, quien, en 1556 vino a abdicar en su hijo Felipe II sus derechos sobre la corona española y el imperio en su hermano Fernando, ambos hijos de la reina Juana, recién muerta, tras cadi mefio siglo encerrada en Tordesillas.

Fotos: ©Valvar

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