Llegamos a Butrera en el mes de agosto del aciago verano de 2020, aprovechando un resquicio de la pandemia entre ola y ola de virus. Habíamos planeado una expedición románica por el norte de Burgos con tan mala fortuna que nos encontramos todas las iglesias cerradas: Escobados de Abajo, Ahedo de Butrón, San Pedro de Tejada, Incinillas, Bercedo…

En esos casos yo acostumbro a jurar en arameo contra los i-responsables del abandono en que se encuentra el patrimonio cultural en Castilla y León -la Junta de Ídem- y, especialmente, en Burgos -la Excelentísima Diputación-. En Burgos, al contrario que en las vecinas Palencia o Soria, donde sin echar las campanas al vuelo, se ven tímidas iniciativas en favor del románico, aquí parece que no hubiera nadie al frente, falla hasta la señalética. Es lo que tiene convertir los organismos públicos en corral de los desechos de tienta de cada partido, suelo protestar. El Colega ya ni me escucha.
Aquel día nos consolamos comiendo en el Mesón del Cid de Villarcayo y luego, nos encaminamos a Butrera pensando que tendríamos que conformarnos con ver su exterior. Mas, al llegar, nos ocurrió algo prodigioso. Eran las 15,30 cuando nos presentamos en la puerta donde un cartel indicaba el horario de visita bajo el cual había otro con el siguiente texto: «Por razones imprevistas no se podrá mantener este horario. Quizás se les pueda atender o concertar visitas en los siguientes teléfonos. (…) Perdón por las molestias. Gracias». Se indicaban cuatro números de móvil y tres nombres: Juanjo, Carmelo y Jorge.
Llamamos a Juanjo y no cogió el teléfono. Al marcar el número de Jorge nos percatamos de que era la hora de la siesta y a punto de colgar, respondió. Pedimos disculpas, le contamos que estábamos en la puerta de la iglesia y preguntamos cuándo podríamos verla. Ahora voy, nos respondió. Cuando colgamos, entró una llamada de Juanjo, le explicamos que habíamos hablado con Jorge, insistió en que él también estaba dispuesto a ir.
Poco minutos después apareció Jorge, con toda la cara de haberse levantado de la siesta. Pedimos disculpas de nuevo y quitó importancia al asunto. Resultó que el vecino que enseñaba la iglesia era una persona mayor que había muerto y ellos se habían ofrecido para enseñarla. Jorge vivía en Madrid y estaba pasando sus vacaciones en el pueblo. Nos señaló los puntos de interés de la iglesia y contestó a nuestras preguntas. No aceptó propina. Si quieren, pueden dejar una ayuda para la iglesia, sugirió.
Estamos en la parroquia de Santa María de la Antigua o Nuestra Señora de Septiembre, que de ambos modos es conocida, perteneciente a la Merindad de Sotoscueva, situada en un prado cercano al caserío de Butrera y del río Trema. No se conocen muchos datos de su orígen, aunque resulta evidente que su construcción se produjo en al menos dos etapas, probablemente, entre las últimas décadas del siglo XII y las primera del XIII. De época muy posterior es la espadaña sobre el hastial occidental, el pórtico que protege la portada en el muro sur y la sacristía anexa.

Levantada en sillería caliza, se encuentra en aparente buen estado a pesar de algunas mutilaciones ocasionadas en las ampliaciones. En su hastial occidental se ha descubierto una necrópolis altomedieval.

Lo primero que nos encontramos al abrir la puerta fue un relieve del siglo XII, que un día fue frontal de altar, ahora adosado al muro norte: la Adoración de los Reyes Magos, de una rara expresividad. De derecha a izquierda vemos a San José, con aspecto adormilado, la mano apoyada en un cayado; una Virgen coronada sostiene en el regazo al Niño, que tiene un libro en su mano izquierda mientras bendice con la derecha; uno de los Reyes, de rodillas, los otros dos hablan entre ellos, todos portan ciborios con sus ofrendas. En los plácidos rostros de los personajes se aprecian restos de policromía.


El relieve es casi idéntico al frontal del altar de Villasana de Mena -obsérvese la espuela del Rey postrado- y tiene similitudes muy evidentes a la portada de Ahedo de Butrón. Algunos estudiosos lo atribuyen a un Maestro de Cerezo de Tirón, de quien el Museo de los Claustros de Nueva York ofrece otra Adoración. Quienquiera que sea el autor, un verdadero maestro, parece influido por la Escuela de Silos.




La iglesia es de una sola nave con bóveda de cañón, de planta de cruz latina, con hemiciclo absidial con bóveda de horno. Llaman la atención las pequeñas absidiolas semicirculares abiertas en los brazos del crucero, aprovechando el grosor del muro. La ventana central del ábside está ocupada por una imagen sedente de la Virgen María que, por el gesto de la mano, parece procedente de una Anunciación. Las columnas del arco triunfal rematan en capiteles historiados, uno de ellos representa un combate de jinetes armados con lanzas.

De vuelta al exterior, contemplamos la portada, un arco de tres arquivoltas apuntadas, decoradas con motivos vegetales y puntas de diamante, que se abre en el muro sur, protegida por un pórtico de construcción posterior.

En el muro exterior, se ha incrustado un relieve que representa a Adán y Eva y el Árbol de la Vida, todo él algo deteriorado.


Lo más interesante del exterior está en su ábside semicircular, distribuido en tres paños separados por dos contrafuertes prismáticos. La ventana del paño meridional resultó mutilada al construirse la sacristía; la del septentrional es un arco de medio punto, con una especie de tímpano por el que asoma un canecillo zoomorfo que pasaba por aquí, no se sabe desde . Junto a este ventanal se abre otro ciego, con capiteles de expresión grotesca.






En la ventana del paño central, de medio punto doblado, la rosca interna muestra dientes de sierra y la externa diez cabezas humanas abrazadas por serpientes que forman pequeños arquillos. Los arcos descansan en tres pares de columnas con capiteles que recuerdan los de Siones y San Pantaleón de Losa: una bestia de siete cabezas, dragones, un glutón, mascarones y lo que parece un batracio. Esta ornamentación escultórica -expresionista y algo tosca- parece corresponder a la primera etapa constructiva de la iglesia.






Muy distintos son los canecillos que coronan el ábside: un jinete que somete con su espada a un animal fantástico, arpías, mascarones y, sobre todo, una figura de pensador -en la que bien pudiera haberse retratado el maestro, como el Micaeli de Revilla de Santullán (Palencia)-.

Todos ellos corresponden a la segunda etapa constructiva y parecen influidos por la Escuela de Silos, con obra más cuidada y especializada en el bestiario: dragones, grifos o leones, con claras similitudes a la obra escultórica de las iglesias de Gredilla de Sedano y Moradillo de Sedano.


Tan emocionados nos había dejado el gesto de los voluntarios de Butrera que cedían su tiempo de descanso para enseñar su iglesia a los visitantes, incluso tan extemporáneos como nosotros, tanto había denostado a los responsables autonómicos y provinciales que a esas horas estarían de vacaciones o descansando plácidamente, que se nos pasó por alto la figura de nuestro Pensador, que se encuentra algo oculto, sobre el tejadillo de la sacristía.
Tuvimos, pues, que volver y lo hicimos en los últimos días del mes de agosto. En Butrera, como en la mayoría de los pueblos de la España de interior, se había iniciado ya el retorno de los veraneantes. No quisimos molestar a nuestros voluntarios. A ellos y a quienes con tanta entrega protegen nuestro patrimonio les agradecemos su labor impagada y no siempre valorada.
Documentación: Tomé, José Manuel. Arteguías.
Rodríguez Montañés, José Manuel. Fundación Santa María la Real.










Si no fuera por los voluntarios pocos interiores se verían. Es increíble que las autoridades no aprovechen el arte para dar cierta vida a los pueblos.
Me gustaMe gusta
Mery dá gusto leerte, me recuerdas a Miguel Delibes, un lenguaje sencillo, fresco y natural.
Una suerte el poder leerte.
Y que decir de las fotografías, son divinas bién sacadas y con unos tonos preciosos.
Es lamentable que no se puedan visitar la gran mayoría , yo pienso que es para evitar saqueos y malos pensamientos.
Pero no sería tan complicado colocar un cartel de información en.el que un di
Me gustaMe gusta