La Selva de Irati

Llevábamos mucho tiempo haciendo planes de visitar el hayedo de la Selva de Irati para contemplar los ocres y rojos del otoño, en octubre de 2012 nos decidimos. Previamente habíamos llamado al teléfono de su web preguntando si las hayas habían amarilleado y nos dijeron que empezaban por esos días y la paleta estaría totalmente on fire en los días de nuestra visita. Escogimos un día entre semana y partimos de Burgos. Ventajas de jubilatas. Hicimos un alto en Eunate, siempre mágico, y en Puentelarreina, otro hito del Camino de Santiago, donde comimos.

Bien reconfortados, nos encaminamos al Valle de Salazar, donde descubrimos una ermita románica junto a un cementerio. El paisaje ya promete.

Como estábamos cerca, nos acercamos al Roncal. Aparte de los magníficos paisajes de este valle, recostado en los Pirineos, el pueblo tiene el atractivo del panteón erigido por Benlliure, que guarda el cuerpo de Gayarre, roncalés, y que destaca sobre todas las otras tumbas en el pequeño cementerio del pueblo. Cumplimos así uno de esos deseos que vamos arrastrando desde niños, cuando en los libros de texto veíamos esta imagen en los libros de lectura o de arte, asociados ambos nombres: Gayarre y Benlliure.

Pasamos luego por Ochagavía, donde unos días antes las lluvias habían inundado el pueblo.

La Selva de Irati, en el Pirineo navarro, es el segundo mayor hayedo abetal de Europa junto a la Selva Negra alemana. Sus más de 17.000 hectáreas de bosque se reparten en tres reservas naturales: Mendilatz y Truitibartea y la reserva integral de Lizardoia. Un paisaje que parece infinito, en el que se mezclan ríos, cascadas, cuevas, gargantas horadadas en la piedra, miradores y puentes colgantes a cual más espectacular.

La web de la Selva de Irati advierte que es un lugar ideal para pasar unos días en contacto con la Naturaleza en cualquier momento. Los aficionados al deporte pueden escoger entre senderismo, paseos a caballo, parapente, descenso de cañones o paseos en canoa. Si vas en invierno puedes hacer paseos en esquí de fondo o raquetas de nieve en la estación de Abodi. En primavera disfrutarás del renacer de los hayedos de Irati, cuando las hojas de las hayas se visten de un verde fosforito. En verano podrás refrescarte a la orilla del río Irati. En otoño se anuncia como la explosión de color que transforma el bosque en una paleta de colores casi única.

Como ya he dicho, nosotros elegimos el otoño y dedicamos dos días a recorrer el bosque, armados con nuestras cámaras de fotos. El primer día llegamos hasta la cumbre y volvimos creyendo haberlo visto todo. Al día siguiente hicimos el recorrido completo, según el plano que nos agenciamos en el centro de acogida, ubicado en las llamadas Casas de Irati o Casas del Rey, que de ambos modos son conocidas, una de las puertas de entrada más utilizadas, cerca de la ermita de la Virgen de las Nieves. De este punto parten varias sendas para hacer a pie o en bici. Comimos en la Casa de los Guardas, dentro del mismo complejo, y disfrutamos de dos estupendas jornadas de otoño. Lástima que, a pesar de las predicciones locales, aquel año las hayas decidieran colorear más tarde y nos perdiéramos la famosa explosión de la paleta de colores. Lo que vimos nos gustó lo suficiente para emplazarnos a volver cualquier otro año.

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