Poitiers

Siguiendo el itinerario de celebración de mis 75 años nos despedimos de Fontevraud y llegamos a Poitiers. Esta es una ciudad antigua que se asienta sobre una meseta entre los ríos Clain y Boivre, lo que le confiere un gran valor estratégico, como constataron los romanos. En el siglo IV ya era sede de un obispado; fue capital del condado de Poitou, cuyos titulares regían una auténtica corte que se extendía sobre el Poitou y Aquitania. Aquí tuvo lugar en el 732 la victoria de los francos capitaneados por Carlos Martel contra el ejército árabe.

En el siglo XII, Leonor de Aquitania mandó construir una muralla de seis kilómetros que rodeaba toda la meseta, también autorizó la construcción de un primer campanario y de un nuevo mercado y ella misma dirigió las obras del palacio de los duques.

Lugar de paso del Camino de Santiago, en esta ciudad fue examinada Juana de Arco en 1429 y autorizada a dirigir el ejército real.

En 1431 la ciudad obtuvo permiso para la creación de una universidad, que a finales de ese siglo contaba con cuatro mil estudiantes; se estima que actualmente los universitarios constituyen una cuarta parte de su población. Hoy, Poitiers es una vieja dama con una gran historia a sus espaldas y un joyero bien surtido, una ciudad provinciana.

Nos alojamos en un hotel de la plaza del Ayuntamiento, normalito pero bien situado y con aparcamiento próximo, cuestión a tener en cuenta pues buena parte del casco antiguo es peatonal.

Tan pronto como dejamos la maleta salimos disparados hacia la colegiata de Notre Dame la Grande, que es el corazón y la imagen icónica de la ciudad. Construida en torno a 1140, en un románico esplendoroso, su portada es un monumento escultórico de primer orden. Sobre las arcadas se levantan dos pisos que rodean a una gran ventana. La estatuaria de la portada es un repaso al Antiguo y al Nuevo Testamento, de gran calidad. Corona el conjunto un frontón con mandorla y dos torres circulares con cúpulas.

Esta portada sirvió de modelo a la de la catedral de Burgos, desaparecida en el siglo XVIII. Como alguna otra iglesia del centro de Francia en el Pantocrátor aparece Jesús de pie, no sedente, sobre el sol y la luna.

Los muros del interior de la iglesia están cubiertos de pinturas, de las que solo la bóveda del coro y la cripta son frescos románicos. El resto es deudor de la restauración realizada en 1851.

Junto a la iglesia se encuentra el mercado, en torno a ambos se multiplican los bares, bistrots, cafetines y restaurantes en los que se dan cita visitantes y residentes.

De Notre Dame la Grande parte la Grand Rue, la calle más antigua de la que se tiene constancia, pues ya aparecía en los planos del siglo XI, desviándose en la rue Saint Maixent se llega a la iglesia más grande de Poitiers, visible casi desde cualquier punto de la ciudad, la catedral de Saint Pierre -en verdad está bajo la advocación de San Pedro y San Pablo-. Constuida a instancias de Leonor de Aquitania, las obras se realizaron entre los siglos XII y XIII, en estilo gótico angevino. Del exterior destaca su portada, con triple arcada, flanqueada por dos altas y fuertes torres. El interior es de tres naves de igual altura, con una sillería del siglo XIII y vidrieras de los siglos XII y XIII.

Entramos a la catedral sin grandes expectativas, para nuestra sorpresa nos encontramos un concierto de órgano, que era seguido con devoción por un grupo numeroso de personas. El órgano de la catedral es del siglo XVIII, realizado por François-Henri Clicquot, del siglo XVIII, tiene 3.000 tubos y está clasificado como monumento histórico desde 1908. Esto de entrar en una iglesia y encontrarnos en medio de un concierto nos ha ocurrido con cierta frecuencia. Al principio creíamos que era nuestra buena suerte pero según parece se debe más bien a la costumbre de las iglesias francesas de ofrecer música de órgano a sus feligreses.

Saint Hillaire es un santo que goza de buena devoción en Poitiers, de donde fue obispo (315-367). Escritor y teólogo defensor de la ortodoxia frente a los arrianos, fue evangelizador de las Galias. A su muerte fue enterrado en una necrópolis romana en la que se había construido un oratorio en memoria de los mártires cristianos. Sobre esa sepultura se levantó la gran iglesia -fue colegiata y basílica fortificada, actualmente es parroquia- que lleva el nombre del Santo.

La iglesia resultó saqueada por los protestantes durante las guerras de religión del siglo XVI y asolada durante la Revolución. Cuando en 1808 fue devuelta a la iglesia católica quedaban unas pocas ruinas. Fue reconstruida a instancias de Próspero Mérimée, que en 1840 era inspector general de Monumentos Históricos, de manera que no es fácil saber qué es original y qué es obra de los artesanos del siglo XIX.

Es fácil olvidarse de todo ello cuando se tienen enfrente los tres ábsides con sus abundanes canecillos de cabezas de asnos. Hay quien cree que aluden al santo patrón, que se desplazaba a lomos de burro, otros creen que es un homanaje al burro de Poitou, original por su abundante pelaje en las patas.

A pesar de haberse reducido en sus dimensiones iniciales, el interior da la impresión de grandiosidad, con su abundancia de columnas y su deambulatorio. Destacan las pinturas murales románicas y su órgano, instalado en 1884.

El Museo de Santa Cruz ocupa la que fue abadía, fundada en el 552 por Santa Radegunda, el primer monasterio femenino de la Galia. Ofrece una nutrida muestra de arqueología antigua y medieval, de pintura y escultura moderna y de la historia del Poitou pero a nosotros nos interesaba la obra de Camille Claudel y el capitel de la lucha, descubierto en unas obras del barrio de Saint Hillaire, probablemente procedente de un edificio románico dedicado a la administración de justicia.

Este capitel escenifica en el frente una pelea de dos hombres que en una mano blanden herramientas de poda y con la otra se tiran mutuamente de la barba, mientras dos mujeres intentan contenerlos. En la cara derecha un personaje poda un árbol; en la izquierda se muestra el abrazo de dos tullidos. Para el movimiento de pacificación de la sociedad que se desarrolló en la zona desde finales del siglo X, la lectura moralizante del capitel es la siguiente: durante los trabajos de poda se produce una discusión entre dos personajes, que resultan heridos, pero luego se reconcilian. Otros estudiosos lo relacionan con una frase del Beato de Liébana que vendría a decir: “está permitido tirarse de la barba, frente contra frente”.

Cerca del Museo se encuentra el baptisterio, construido en el siglo IV, tenido como el monumento cristiano más antiguo de occidente.

Aparte de la visita a sus grandes monumentos históricos, en Poitiers resulta muy agradable callejear por su casco antiguo y pasar junto al palacio de los duques de Aquitania, una parte del cual es Palacio de Justicia, que no podemos visitar porque se encontraba en obras.

Cerca del Ayuntamiento, al tomar la calle de Gabetta nos topamos con la iglesia de Saint Porchaire, encajada entre edificios modernos; hay que ir mirando al cielo para descubrir su campanario románico donde reina la campana Anna, que llamaba a los estudiantes a asamblea.

El interior de la iglesia es del siglo XVI pero su portada y algunos canecillos de sus muros parecen los originales.

Callejeando sin prisa encontramos una nueva estatua de la Libertad, como la que Francia regaló a Nueva York. Nos sorprendió que el cine de la plaza del Ayuntamiento llevara el nombre de Castille.

Poitiers nos despide lloviendo, también nosotros nos vamos con pesadumbre. ¡Qué hermosa ciudad!

Fotos: ©Valvar

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