Salimos de Poitiers por la carretera camino de Vézelay, con paradas en Saint Savin sur Gartempe -a 45 kilómetros de Poitiers- y La Charité sur Loire. El día ha salido nublado y a ratos cae una lluvia fina que no estorba en estos primeros días de junio. El campo francés está de un verde restallante, el cereal alto y apretado, lo que suscita la protesta del Colega, agraviado porque en Castilla la sequía haya mermado la cosecha. No cabe una espiga más, va murmurando.
Hemos madrugado tanto que cuando llegamos al pueblo de Saint Savin solo encontramos abierto el bar del mismo nombre en la Plaza de la Liberación, el corazón del pueblo. Tomamos un café y un rico croissant, como saben hacerlo los franceses. Un parroquiano nos advierte de que la abadía abre a las 10 así que hacemos tiempo paseando por el pueblo, donde todo gira en torno al monasterio.
Los franceses, que tan bien saben vender lo suyo, han hecho de la abadía el particular polo de desarrollo del pueblo San Savin. A las 10 de la mañana de un miércoles de junio había cola esperando su apertura. (10€ la entrada individual)
A primera vista nada hace sospechar lo que guarda esta construcción que no se distingue gran cosa de una iglesia de pueblo, con su esbelta torre. Lo bueno, sin duda, está en el interior.

Esta abadía que nos disponemos a recorrer fue construida hacia el año 820 por Ludovico Pío, hijo de Carlomagno, no se conoce la fecha exacta de su fundación porque la carta fundacional desapareció en 1598 durante las guerras de religión. La tradición refiere que en el siglo V llegaron a esta orilla del río Gartempe los hermanos Sabino (Savin) y Cipriano, que huían de Macedonia, perseguidos por su fe cristiana. Aquí mismo fueron martirizados, decapitados y enterrados. Los restos se encontraron tres siglos más tarde, encomendando su custodia a los monjes seguidores de la regla de San Benito.







Aumode, condesa de Poitou y Aquitania, financió la construcción de la actual iglesia abacial, cuya decoración se llevó a cabo entre 1040 y 1090. Dos siglos más tarde, el conde Alfonso de Poitiers financió la construcción de los edificios conventuales. La abadía sufrió las consecuencias de la inestable situación política de aquellos siglos, fue propiedad inglesa y francesa, católica y protestante alternativamente. Entre 1562 y 1568 los hugonotes incendiaron las instalaciones y nombraron abades laicos. Uno de ellos mandó desmontar los edificios y vender las piedras, de este modo desapareció el claustro y los edificios conventuales de los siglos XII y XIII. En 1640 el rey Luis XIII expulsó a los seglares, que fueron sustituidos por religiosos de la congregación de San Mauro, quienes restauraron la abadía.
La paz duró apenas un siglo porque con la Revolución el monasterio pasó a ser alojamiento, el claustro se convirtió en teatro y la iglesia abacial en parroquia. Los cuatro monjes que quedaban se fueron también.
De nuevo fue el Inspector general de los Monumentos históricos, Próspero Mérimée, -más conocido en España como autor de la novela Carmen, a la que Georges Bizet puso música dando lugar a la ópera homónima- quien impulsó su restauración y lo declaró monumento protegido. Todavía en los años sesenta del pasado siglo se dieron algunos retoques a las pinturas de la bóveda de la nave.
Hoy, el recinto es un museo, dispuesto para mostrar a las nuevas generaciones cómo era la vida monacal en el medievo. Recorremos las instalaciones abaciales y pasamos a la iglesia, el tesoro de Saint Savin.



La impresión es abrumadora. Estamos ante una nave de 42 metros de largo y 17 de ancho, una explosión de luz y color. Las pinturas de los siglos XI y XII, entre fresco y temple, se distribuyen en los 412 metros cuadrados del techo de la nave a 17 metros sobre la cabeza del visitante componiendo un relato bíblico apabullante, el no va más en su género, único en Europa, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1983. Presentan una gama de color reducida a cinco tonalidades: amarillo, rojo, verde, blanco y negro. Las pinturas de las paredes y la policromía de sus columnas son un adecuado complemento.













En el pórtico se distinguen, aunque algo dañados, un Cristo en la Gloria y dos episodios del Apocalipsis: Combate del arcángel y la bestia y La plaga de langostas. En la tribuna sobre el pórtico, el Descendimiento de la Cruz y retratos de apóstoles, santos y obispos. En la nave central, escenas del Génesis y el Éxodo. La escena más conocida es la del Arca de Noé.
La sensación es de una inmersión en el arte de los siglos XI y XII, con el confort del siglo XXI. Finalizado el recorrido, en la tienda de la abadía se ofrece una variedad de productos de la zona: chocolate, pastes, miel, licores…

Salimos al exterior y echamos una última ojeada a la abadía. El campanario, de 80 metros de altura, remata en una aguja de piedra añadida en el sigloo XIV y restaurada en el XIX. La centuria de 1800 fue un buen tiempo para Saint Savin, aparte del proceso de restauración, en 1867, el ingeniero local Félix Leon Edoux probó en la otra torre de la iglesia el primer ascensor hidráulico que luego se instalaría en la Torre Eiffel, que se mantuvo en servicio hasta 1983. https://www.planetadunia.com/2019/11/abadia-de-saint-savin-sur-gartempe-la.html
Tomamos de nuevo la D951 en dirección a Vézelay. En un cruce de Bourges el Colega ha divisado una franquicia de “Boucherie” y para en seco para comer. El restaurante debe de ser famoso porque tenemos que hacer cola para que nos den mesa. Mientras él se da un festín de carne a la brasa yo pido una ensalada de tomate con mozzarella, realmente buena. A cambio, me pido el postre de la casa, que tiene más calorías que el plato del Colega.
Fotos: © Valvar
