Roda de Isábena

De Roda de Isábena se pregona que es el pueblo más pequeño de España con catedral románica propia, la más pequeña también y la más antigua de Aragón. Es todo eso y mucho más.

Sobre esta población sabemos que tuvo una catedral levantada sobre los restos de una antigua fortaleza, que en el año 908 fue destruida por un ataque musulmán, que su primitiva catedral fue reconstruida tras la toma por los cristianos, que los siglos XI y XII son los de mayor esplendor de la población y que inicia su declive con la conquista de Lleida, en 1149.

Como otros muchos visitantes, nosotros acudimos al señuelo de su excatedral, designada sede de la diócesis ribagorzana cuando el Condado de Ribagorza se independizó. Su primer obispo, Odesindo, la consagró en 957 a San Vicente Mártir. En 1006 las tropas de Abd al-Malik saquearon y destruyeron Roda y apresaron al obispo Eimerico.

Reconquistada por los cristianos, encargan la construcción de una nueva catedral a un equipo de maestros lombardos, a los que luego sustituyen maestros navarros. La iglesia se consagra en 1035 bajo la advocación de San Vicente y San Valero. El Condado de Ribagorza pierde su independencia cuando lo conquista Sancho Garcés de Navarra y Roda de Isábena pierde su condición de sede episcopal en favor de Barbastro, al ser esta conquistada por los cristianos. Tras la conquista de Lleida, Ramón Berenguer IV traslada la sede episcopal a esta ciudad.

En el 1068 el rey Sancho Ramírez restaura la sede de San Vicente en Roda y la dota para que se establezca en ella una comunidad de clérigos, dotación que en 1135 aumentará el rey de Aragón y obispo electo de Roda, Ramiro II el Monte. En 1185 consta la existencia de una comunidad de agustinos.

Durante los siglos XII y XIII continúan las obras en la catedral rotense. En 1198 el rey Alfonso II el Casto la concede el privilegio de salvaguarda; en 1234 el obispo Berenguer de Erill consagra el altar mayor dedicado a San Vicente; en 1257 el papa Inocencio IV confirma sus privilegios y autonomía; en 1257 la toma bajo su protección el rey Jaime I el Conquistador; en 1295 el prior Arnau Pons reorganiza la vida comunitaria y el patrimonio de Roda.

Podría suponerse que después de semejante trajín la concatedral -ahora también cenobio agustino- y la población recuperarían cierta tranquilidad. Suposición errada. A finales del siglo XVI, los bandoleros expolian la catedral. En 1628 el obispo de Lleida Pedro Antonio Serra aprovecha la visita pastoral para llevarse reliquias y joyas. En 1641, durante la guerra de los Segadores, las tropas francesas se dan al pillaje. En 1709, en la guerra de Sucesión, los partidarios del archiduque Carlos asaltan la población. En 1787 el obispo de Lleida, Jerónimo María de Torres, seculariza al cabildo de Roda, reducida a colegiata, reconociendo, no obstante, la concatedralidad, junto con Lérida. No concluyen sus desgracias. Entre la Desamortización del siglo XIX y el robo del XX, a cargo del tristemente famoso Erik el Belga, diezmaron el patrimonio que aún guardaba la antigua catedral.

Hoy es un núcleo amurallado eminentemente turístico, de calles estrechas, con casas de piedras y pasadizos, incluido en la red de Pueblos más Bonitos de España, rodeada de un paisaje montañoso de las sierras de Esdolomada, el Chordal y Sís, las estribaciones pirenaicas. Pertenece al municipio de Isábena, de la comarca de Ribagorza, provincia de Huesca.

Como el tráfico de coches está prohibido en el casco urbano, aparcamos junto a la muralla y subimos la cuesta que, en un paseo corto nos conduce a la plaza, frente a la catedral. La cabecera triabsidal de románico lombardo que tenemos ante nosotros es obra de los primeros años del siglo XI. Sus ábsides están decorados en la parte superior con una franja de arquillos ciegos, debajo de los cuales se abren ventanas abocinadas de arcos de medio punto que iluminan el interior de la iglesia. El ábside norte está reconstruido, después de que fuera destruido para construir una sacristía.

Junto al ábside sur en el siglo XVIII se levantó una torre -en sustitución del campanario románico original- y un pequeño atrio con cinco arcos de medio punto. De este lienzo sur lo más destacado es su portada de acceso, obra del siglo XIII, formada por un arco de medio punto con seis arquivoltas con baquetones y guardapolvos decorado con puntas de diamante, que apean en columnas con capiteles que representan escenas bíblicas y de la Natividad.

El interior de la iglesia se distribuye en dos espacios bien definidos, la cabecera y las naves, de tres cuerpos separados con cornisas; la nave central con bóveda de cañón apuntado y las laterales con bóveda de arista.

El presbiterio y el altar se elevan mediante tres criptas situadas a diferente altura. La más conocida de ellas es la central, al mismo nivel del suelo de la nave, a la que se abre por tres arcos de medio punto. Edificada en torno a 1125, es conocida como de San Ramón, obispo de la sede de Roda entre los años 1104 a 1126, y al que también se deben las iglesias de San Climent y Santa María de Tahull, entre otras.

Ocupa el centro de este espacio el sarcófago del santo, labrado en piedra con escenas de la vida de la Virgen, la infancia de Jesús y del mismo santo. En el frente, la Anunciación, Visitación, Nacimiento de Jesús y Adoración de los Magos; en el lateral derecho, la Huida a Egipto y en el izquierdo, San Ramón.

Una segunda cripta, conocida como Sala del Tesoro, se encuentra bajo el presbiterio y los primeros tramos de la nave norte. Es una pequeña nave de bóveda de medio cañón y cabecera semicircular. Una arqueta esmaltada alberga los restos de San Valero. Cubren las paredes pinturas murales del siglo XIII, bien conservadas. En la bóveda, un Cristo en Majestad con el Tetramorfos; más abajo se extiende un calendario agrícola. En los muros laterales, el bautismo de Jesús y un San Miguel pesando las almas, con un diablo tirando de la balanza para condenar, infructuosamente, el alma del enjuiciado.

La cabecera de la iglesia está situada en alto, se accede a ella por una escalera situada en el lado de la epístola. Hay que fijarse bien en el frente del altar, los cuatro ángeles portan los prótomos -la representación plástica- del Tetramorfos.

En el ábside cuelga un Calvario, de buena factura, copia del original románico que destruyó un incendio durante la última guerra civil. La talla de San Juan, a la derecha, es la única salvada de aquel siniestro.

En 1979 la iglesia fue víctima de destrozos y de un importante robo por parte de Erik el Rojo, del que se han recuperado algunas piezas, entre ellas la conocida como silla de San Ramón, de principios del siglo XII, pieza de gran valor, única en España. Está tallada en madera de boj, con motivos de animales fantásticos. Este tesoro se expone en el pequeño Museo Diocesano, ubicado a los pies de la nave, donde también se puede ver la mitra, el guante y el calzado que portaba el obispo en su enterramiento, y varios textiles funerarios de entre los siglos X al XII, todo ello conocido como el “ajuar de San Ramón«.

Desde la iglesia accedemos al claustro, obra del siglo XII, de planta cuadrangular y arcadas de medio punto, sobre las que corre una banda de ajedrezado jaqués. Desde este espacio se accedía al refectorio y a la sala capitular. Un aljibe ocupa el centro del espacio ajardinado.

Los capiteles están decorados con motivos geométricos y vegetales, dos con formas animales, algo toscos. Nos sorprenden las muchas inscripciones funerarias que ocupan los cimacios y salmeres -primera dovela de piedra utilizada en un arco adintelado o escarzano-. Son el recuerdo de quienes habitaron este lugar en los siglos XII al XIX.

La pequeña capilla de San Agustín, a la que se accede desde la sala capitular y desde el exterior, se cree que fue el oratorio del antiguo castillo de los condes de Ribagorza. En su interior se guardan pinturas murales del siglo XII.

Al claustro se puede acceder desde la iglesia, como hemos entrado nosotros, o desde el exterior, por la puerta que entran quienes desean comer en el restaurante en que se ha convertido el antiguo refectorio. Este restaurante lo es también de la Hospedería de Roda , perteneciente a la red de hospederías de Aragón.

El refectorio conserva también pinturas originales, es un lugar muy sugerente para comer, pero nosotros optamos por el espacio habilitado en el propio claustro, rodeados del silencio sólo interrumpido por el piar de los pájaros. Fue una experiencia de esas que se guardan en la memoria de los momentos dichosos.

Antes de marchar recorremos sus murallas y contemplamos el palacio del Prior, mandado construir en 1525 por el prior Pedro Agustín. Entre que estábamos en junio de 2021, surfeando una de las últimas olas del covid, y que era un día laborable, paseamos casi solos por las calles y solos también nos despedimos de este hermoso lugar, finalmente en paz.

Fotos: ©Valvar

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