El románico rural de Castilla es pobre. Esa pobreza se manifiesta en todos los ámbitos, empezando por su conservación, pasando por su defensa y siguiendo por su conocimiento. Hay pocos problemas en ver, previo pago de la entrada, la catedral vieja de San Pedro de Huesca, la Seo de Lleida, no digamos la de Santiago de Compostela. Otra cosa es conocer una iglesia de cualquier pueblo de eso que hemos dado en llamar la España vaciada. Las más de las veces hay que superar sucesivos muros cuasi impenetrables. El primero es encontrar alguien dispuesto a abrir la puerta. A veces por la negativa del cura o del obispo -tres veces hemos intentado ver el interior de la iglesia de Yermo, infructuosamente- otras veces por la simple razón de que no queda nadie en el pueblo para enseñarlo. Habrá que esperar que a alguien se le ocurra instalar algún sistema fiable de apertura, del tipo de Museos Vivos que proteja a la vez a personas visitantes y obra visitada.


Dos veces habíamos intentado, infructuosamente también, ver el interior de la parroquial de Aguilar de Bureba. El programa de la Junta de Castilla y León de apertura de iglesias en Semana Santa ni la contempla, a pesar de haber sido recientemente restaurada, suponemos que con su aportación. Acudimos el Domingo de Ramos de 2023 en horario de misa. ¡Eureka! La puerta está abierta. Dentro, varias mujeres se afanan en disponer y caldear la iglesia, que luce esplendorosa.

En verdad, de la iglesia de la Asunción de Nuestra Señora queda poco de su fábrica románica, levantada entre los siglos XI y XII. En los siglos XV y XVIII fue remodelada con arreglo a los gustos de esos tiempos dejando a la vista exterior solo su ábside y al interior, los magníficos capiteles del arco triunfal, que son el objeto de nuestro interés.
Entramos en la iglesia como los forajidos en el saloon de las viejas películas del oeste, empuñando las cámaras. ¿Podemos hacer algunas fotos?, preguntamos a una de las señoras que en esos momentos enciende las estufas distribuidas en los muros del templo. Pueden hacer las fotos que quieran, nos dice.





Me lanzo directamente al capitel del evangelio del arco triunfal, sobre cuyo significado no hay un criterio unánime. La siempre fiable Enciclopedia del Románico, la describe así en su web: “Sobre el capitel del lado del evangelio del triunfal se suceden dos escenas compositivamente diferenciadas pero que parecen corresponder a un mismo ciclo. En la cara que mira al altar vemos, ante una cabecita monstruosa bajo una roseta, un jinete tocado con yelmo y armado con escudo de cometa y lanza; ante él, un personaje a pie, barbado y vestido con saya larga, prepara una honda para dirigir el proyectil contra su oponente. En la cara que mira a la nave observamos otro jinete que alza su diestra portando un objeto irreconocible y sujeta las riendas de su montura, la cual con sus patas delanteras aplasta la cabeza de un contrahecho personajillo que yace en tierra. Ante el sometido se dispuso la figura barbada de un cautivo de larga melena que inclina levemente su cuerpo hacia delante, atado como está por sus manos a una especie de poyo. Esta escena es contemplada desde un balcón volado sobre ménsulas por dos figurillas, una masculina y otra femenina, dispuestas bajo arquillos en la parte alta de la cesta. El cimacio muestra un tallo ondulante con zarcillos, y en los ángulos una cabeza masculina barbada y una rugiente máscara felina”. Para el propio autor de la entrada, José María Rodríguez Montañés, “resulta dudosa la interpretación iconográfica de este curioso capitel más allá de reconocer que plantea sendas escenas de desigual combate y quizá consecutivo sometimiento, temas de compleja traducción, al menos con meridiana certitud, a un plano simbólico en cualquier caso no fácilmente identificable”, preguntándose si alude al “aplastamiento del infiel, o a la victoria de David contra Goliat”.

Sea cual sea el mensaje que el tallador quiso trasladar, es evidente su destreza a la hora de relatar escenas quizá propias de la época: la posición de poder de los señores, por encima de las minucias del mundo, ajenos al preso atado a la columna, al vencido sometido, al hombre preparando la honda. ¿Quiénes serían esos señores retratados en el capitel? ¿Los condes de Haro, quizá?
Porque esta población próxima a Briviesca tuvo en su momento más categoría que la capital de la comarca burebana, siendo Aguilar villa de realengo, esto es dependiente del rey, y Briviesca villa de señorío, dependiente de un condestable. Aparece citada ya en el año 947 en los Cartularios de Oña y en 1085 por su proximidad al río Anguilas, hoy conocido como Ronquillas. Situada bajo la protección de los Condes de Haro, uno de ellos, Lope Díaz de Haro, llamado Cabeza Brava, en 1227 asistió a la proclamación del papa Gregorio en calidad de embajador del rey Fernando III, de donde trajo los restos de San Guillermo. Para acoger esta preciada reliquia se levantó en Aguilar una iglesia dedicada a la advocación de San Guillermo de Aquitania.




Entretanto, el Colega se dedica al curioso capitel que remata la semicolumna meridional del fajón oriental de la nave: tres grandes anillos concéntricos en los que se inscriben una especie de rueda solar y dos grandes rosetas, separados por una cabeza de bóvido y una sonriente figura humana; en la semicolumna del muro norte el capitel es de hojas lisas en palmetas pinjantes.

En el capitel de la ventana de este muro hay un capitel con dragones enfrentados.

Tienen una iglesia muy bonita, comento a una señora que sigue azacanada disponiendo todo para la misa. ¿Ha visto qué retablo tan bueno tenemos?, me dice. Ya, ya, respondo. No soy muy inclinada al barroco, pero comprendo que estén orgullosos de esta pieza del siglo XVIII, que debió de costar una lana al pueblo.


Me gustan más los retablos laterales, dedicados a San Sebastián y a la Magdalena, respectivamente, obra de Antonio de Elejalde, pintados por Diego de Torres y Juan de Cea, valorados en 1580 en 27.000 maravedíes. Para ambos, Elejalde recurrió a variaciones de la traza utilizada en Carrias, leo en la web de Aguilar de Bureba, modelo de información útil y amena.
Cuando salimos de la iglesia nos topamos con un hombre joven que llega apresuradamente con una carpeta en la mano, con todas las trazas de ser el sacerdote que ha de oficiar la misa de Ramos. Fray Valentín de la Cruz, cronista que fue de la provincia, recordaba que en 1960 Aguilar de Bureba era el primer pueblo de la diócesis en número de religiosos y religiosas, que en 1983 alcanzaba al 10% de su población. En 2022 su censo registraba 51 habitantes, 32 hombres y 19 mujeres.







Todavía damos una vuelta al ábside para contemplar sus canecillos, algo deteriorados. La espadaña de tres pisos y cinco ventanales ocupados por campanas se recorta majestuosa contra el azul de la mañana soleada. Es obra del siglo XVIII, como el pórtico que protege su portada. La iglesia es monumento histórico artístico nacional desde 1983.
Nos dirigimos al coche mientras los feligreses van entrando en la iglesia. Un niño empuña una pequeña palma de la que cuelgan varios hilos y dos caramelos. Que no comas más dulces te he dicho, deja alguno para luego, le reprende el padre. Verdaderamente, por más que se modernicen las formas sociales hay liturgias que permanecen.
Fuentes: Enciclopedia del Románico. Aguilar de Bureba
Ayuntamiento de Aguilar de Bureba ç
Fotos: ©Valvar

Enhorabuena!!
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