San Pelayo de Valdazo

Cuando estás de suerte hasta las puertas de las iglesias románicas se te abren. Eso nos pasó el último Domingo de Ramos. Tras haber visitado la iglesia de Aguilar de Bureba, el Colega propuso seguir la excursión por la comarca hasta Valdazo, que no conocíamos. Retomamos la carretera a Briviesca y desde allí llegamos enseguida.

Aparcamos y subimos la pequeña cuesta que corona la iglesia de San Pelayo. Ponemos el ojo en su ábside y en la torre alternativamente y ya nos parece que ha valido la pena el viaje cuando por la portada aparece un señor dándonos la bienvenida. Acabo de abrir por si venía algún turista, nos dice. Me dispongo a aclarar que nosotros no somos turistas, pero el Colega se me adelanta muy cumplido dando las gracias y diciendo que estamos encantados y que hoy es nuestro día de suerte. El señor se queda unos minutos más y enseguida desaparece para no volver. Ni siquiera pudimos despedirnos.

De Valdazo sabemos que dependió del alfoz de Briviesca y luego pasó al dominio del poderoso monasterio de las Huelgas Reales de Burgos y que, además de la actual parroquia tuvo otra parroquial y dos ermitas, dedicadas a San Miguel y Santa Eulalia, respectivamente, que debieron desaparecer en el siglo XVIII o comienzos del XIX. San Pantaleón, obra de finales del siglo XII o comienzos del XIII, se recuesta sobre un desnivel del terreno en lo alto del pueblo, lo que da cierta sensación de esbeltez a la construcción, rematada por una torre que es lo más original del conjunto.

El ábside sigue el modelo de otras iglesias de la comarca -Los Barrios, Nava y Soto de Bureba, etc- articulado en tres paños separados por medio de dos haces de triple columna. Pero, al contrario que en algunas de esas otras iglesias, aquí los capiteles son rudimentarios. Uno de los capiteles muestra una figura humana rodeado de hojas y otro, un personaje en actitud de recogimiento al que dos animales, quizá leones, posan la mano en el rostro, acaso en actitud protectora, que evoca el pasaje del profeta Daniel en el foso de los leones.

Los canecillos que rodean el tambor absidal son igualmente rudimentarios, casi esquemáticos, rollos, cabezas antropomorfas y zoomorfas, un barril y una pareja en actitud considerada obscena, el onanista capado a su pesar.

En el muro sur se abre la portada compuesta de arco de medio punto y seis arquivoltas adornadas con boceles, puntas de diamante, flores y pequeñas bandas en zigzag que se apoyan sobre tres pares de columnas.

A la derecha de la portada, coincidente con una de las capillas abiertas en el primer tramo de la nave, ahora baptisterio, se abre una ventana con arco de medio punto, tímpano y chambrana de puntas de diamante. En el tímpano se distinguen tres semicirculos grabados, adorno que se repite también en la torre y en otras construcciones burgalesas y sorianas.

La portada está protegida por un pórtico gótico de tres arcadas y bóvedas de crucería.

En el interior, la nave está formada por tres tramos, el primero y más estrecho se corresponde con la torre, con cubierta de cañón apuntado, arcos formeros apuntados sobre columnas estregas al muro, con basa románica, fustes y capiteles decorados. El ábside semicircular se cubre con bóveda de horno. El retablo mayor, no muy grande, acorde con las dimensiones de la iglesia, es obra de Antonio Elejalde, con las imágenes de San Roque, San Pelayo y Santa Casilda. En el baptisterio se guarda una pila bautismal de copa lisa y base circular.

La torre parece algo descentrada respecto al eje del templo porque se levanta a un lado del primer tramo de la nave, directamente sobre sus muros. Es de planta cuadrada, formada por tres cuerpos, el primero de ellos con de arcos de medio punto en sus cuatro caras, partidos en dos por una columna, con capiteles decorados con motivos humanos, vegetales y geométricos, como los del tímpano de la ventana del muro sur. Los dos cuerpos superiores son más sencillos, el segundo con senillos arcos de medio punto y el tercero, de menor altura, perforado por cuatro saeteras.

No hay unanimidad sobre el origen de esta torre. Pérez Carmona sostiene que es anterior al resto de la fábrica, teoría que siguen otros estudiosos, pero los autores de la Enciclopedia del Románico creen que la iglesia se proyectó de nave única y cabecera semicircular y luego se le quiso añadir una torre elevada, como las que por entonces se habían levantado o estaban en construcción en el Valle de Valdivielso y en el Monasterio de Rodilla, y a la hora de llevarlo a cabo no supieron resolver los problemas estructurales del nuevo proyecto.

Sea como fuere, San Pantaleón de Valdazo es una curiosa y bonita iglesia rodeada de un caserío representativo de la arquitectura tradicional, con algunos ejemplares muy bien conservados y otros, ay, en riesgo de ruina.

Fotos: ©Valvar

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