En el viaje de 2014 desde Braga seguimos el itinerario del libro de Julio Llamazares –Tras os Montes, un viaje portugués– hasta Oporto, pero en enero de 2023 optamos por abandonar al escritor y acabar la ruta en Viana do Castelo, que no conocíamos. Varias cosas nos habían llamado la atención de este lugar: el mar, sus adecuadas dimensiones para una visita de cuatro días, y que allí estuviera atracado el buque Gil de Eanes. Encontramos una oferta en la Pousada de Santa Luzia, lo que nos pareció una buena sugerencia. Porque, a ver, ¿quién en su sano juicio viaja en los primeros días de enero a una ciudad de playa cuando las previsiones meteorológicas son de lluvia los cuatro días? Exactamente, los dos jubilados.







La Pousada de Santa Luzia corona la colina de la que toma nombre. En este lugar se levantó la ciudad prerromana conocida como Ciudad Vieja. Uno de los castros más importantes de la romanización del Alto Miño, que dominaba la desembocadura del río Lima, cuyos restos arqueológicos pueden visitarse. Se llega a la cumbre siguiendo un zigzagueante camino que la primera vez parece no tener fin, luego te acostumbras. Entre otras razones porque el espectáculo que se divisa desde nuestra habitación es magnífico, sea de día o de noche.





Antes de bajar a la ciudad hicimos una primera parada en el Santuario del Corazón de Jesús, unos metros por debajo de la Pousada. El templo es de 1898, obra de Ventura Terra, autor también del Palacio de Sao Bento en Lisboa. En realidad es un remake del Sacre Coeur de París: neo-románico, neo-bizantino y neo-gótico. Hay un funicular que une la ciudad y la iglesia pero cuando estuvimos se encontraba fuera de servicio.







Viana do Castelo se asienta en la desembocadura del río Lima, es una ciudad que ha conocido tiempos gloriosos. Tuvo importantes astilleros y de aquí partieron algunas de las expediciones que conquistaron nuevas tierras, cuando las flotas de Portugal navegaban por todos los mares conocidos y por descubrir y comerciaban con países de medio mundo. De entonces son algunas casonas y palacios -de los Abreu Tavora, hoy Ayuntamiento, de los Melo Alvim, de los Costa Barros, de Sá Soutomaior, de los Luna, de los Alpuins y de los Werneck- iglesias y fuentes que pueblan su centro histórico, no muy grande pero muy hermoso, con la Plaza de la República como eje.




Todos ellos nos hablan de una clase social rica y culta que aún en los siglos XIX y XX levantan bellos edificios modernistas en la Avenida de los Combatientes. Prueba de ese interés por la cultura son sus museos de Artes Decorativas, del Traje y de Arqueología.
Por entonces Viana do Castelo era el primer puerto de la flota bacaladera, cuando Portugal iba al bacalao de Terranova, antes de que la ampliación de las zona económica exclusiva y la sobrepesca acabara con el caladero.


A esa época corresponde el buque Gil Eanes, construido en 1955 en los Astilleros de la ciudad. En su periodo activo fue buque insignia, correo, remolcador, rompehielos, frigorífico y buque asistencial sanitario y de pertrechos de la flota bacaladera. En 1973 hizo su último viaje de apoyo quedando a partir de entonces sin funciones hasta que en 1977 fue vendido para desguace. Las Instituciones, empresas y población vianenses reaccionaron, crearon la Fundación Gil Eanes y en 1998 los astilleros de Viana rehabilitaron el buque para servir como museo y reconocimiento al pasado marítimo de la ciudad. Hoy, es un activo turístico de la ciudad, donde los visitantes pueden conocer cómo era un buque hospital en aquellas aguas heladas y terribles de Terranova y Groenlandia.



Mi interés por conocer este barco era compararlo con el buque hospital “Esperanza del Mar”, propiedad del Ministerio de Trabajo de España, que asiste a la flota del banco canario sahariano, al que conozco bien y sobre el que he escrito mucho en mi etapa profesional activa. En honor a la verdad, el nuestro me pareció mucho mejor y más moderno, entre otras razones porque fue construido en el 2001.
















No menos importantes que sus casonas son las iglesias de Viana, empezando por su catedral. Obra del siglo XV, de arquitectura románica y gótica, de aspecto de fortaleza.

Antes de esta construcción sirvió de catedral la actual Capilla de las Ánimas, llamada así porque su explanada fue cementerio hasta el siglo XIX. La obra original era del siglo XIII pero fue reedificada en el XVIII.




En la misma Plaza de la República se encuentra la Casa das Varandas, edificio del siglo XVI mandado construir por la cofradía de la Misericordia. Es un gran ejemplar renacentista y manierista, con influencias italianas y flamencas. Detrás de ella está la iglesia de la Misericordia, reformada en 1716 incorporando los azulejos típicos lusos, frescos en el techo y un gran retablo.


Basta caminar unos pocos metros y cruzar una calle en dirección al río para dejar atrás el casco antiguo vianés y adentrarte en una ciudad moderna. Este prurito de modernidad no es nuevo en Viana do Castelo. En 1878 sustituyó el viejo puente de madera que unía las dos orillas del río Lima por uno de hierro diseñado por la Casa Eiffel por el que iba a transitar el ferrocarril. Aún hoy es una obra impresionante: mide 563 metros de longitud y seis de anchura, se asienta en nueve pilares de 20 metros de profundidad. En su construcción se emplearon más de dos mil toneladas de hierro. Es una de las imágenes icónicas de la ciudad.


La ribera derecha del río se ha convertido en un lugar de encuentro del vecindario: jardines, terrazas, lugares de juegos y, enseguida, la Plaza de la Libertad, espacio diseñado por Fernando Tavora, considerado el padre de la Escuela de Arquitectura de Oporto, que acoge dos edificios singulares galardonados con el premio Pritzker: la Biblioteca Municipal, obra de Álvaro Siza, y el Centro Cultural, de Eduardo Souto de Moura. El primero, una estructura de hierro recubierta de cemento blanco; el segundo, un diseño que evoca la arquitectura naval, que tanta importancia tuvo en la ciudad.

Entre ambos se alza un rectángulo metálico de gran altura, es el Monumento a la Revolución de los Claveles del 25 de abril, obra del escultor José Rodrigues.



Todos los días de nuestra estancia dedicamos un rato a pasear por este lugar, que, efectivamente, proporciona una sensación de libertad y de belleza, rodeado de edificios hermosos, acompañando al río en su encuentro con el mar, contemplando la caída del sol a la tarde. Viana do Castelo resultó ser un hallazgo, una ciudad placentera, compendio armónico de arte en todos los estilos: prehistórico, románico, manuelino, barroco, modernista, historicista y vanguardista.
En el colmo de la dicha, y contra pronóstico, Viana do Castelo nos recibió con un sol espléndido y así continuó hasta el día que nos íbamos, que amaneció lluvioso, como si la ciudad lamentara nuestra marcha. No tanto como nosotros sentíamos irnos.
Fotos: ©Valvar




Magnífica exposición de los lugares, extraordinarias fotografías, merece una o dos visitas. Gracias.
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